TONIA ETXARRI-El Correo

 

A Pedro Sánchez le rondan las presiones de doble dirección. La de sus socios independentistas que le dicen que, con los indultos a los condenados en el ‘procés’, no tienen ni para empezar. Y la de la corriente contraria a que los indultos se conviertan en una moneda de cambio para permanecer en La Moncloa. Que el presidente se haya lanzado al barranco de esta medida de gracia -teniendo en contra a la Fiscalía y al Tribunal Supremo- le ubica en una situación sin precedentes.

Hubo otros indultados en la reciente historia de nuestro país. Cierto. Pero nunca se enfrentaron el Poder Ejecutivo y el Legislativo. No es lo que ocurre ahora con Sánchez en La Moncloa. Por eso ha lanzado en tromba a algunos de sus ministros para intentar contener el miedo que se proyecta en sus propias filas sobre las consecuencias de los indultos. La familia socialista es consciente de que el rechazo a la amnistía encubierta a la que les va a arrastrar Pedro Sánchez va más allá de la oposición y la opinión publicada. Es una medida impopular que intentan salvar sus socios independentistas. En Cataluña y en Euskadi.

Es el momento más débil de Pedro Sánchez. Quiere evitar a toda costa encontrarse con un referéndum ilegal como el que le plantaron a Rajoy el 1 de octubre del 2017. Pero le seguirán exigiendo condiciones inasumibles por la Constitución. Los nacionalistas que olfatean sus dificultades aprovechan la oportunidad.

Los indultos ni siquiera le serán útiles. No le servirán para desinflamar a los independentistas

Desde el PNV, Andoni Ortuzar -que se arroga la representación del 90% de la ciudadanía para expresar su desconfianza hacia la justicia española- le recuerda que ellos sí son socios leales. Le apoyan en los indultos. Y a cambio le esperan, según declara en EL CORREO, para negociar la reforma del Estatuto vasco. Piensan sacar el mayor rédito a los 32 meses que quedan de legislatura porque saben que si Sánchez perdiera en las próximas elecciones quien se quedaría sin influencia sería el PNV.

El presidente recurre a las medidas de gracia como tabla de salvación. Pero los indultos ni siquiera le serán útiles. No le servirán para desinflamar a los independentistas. En realidad los afectados desprecian esa medida de gracia. La ven como una trampa, como un efecto desmovilizador en la calle. No les interesa distraer la atención de la amnistía y la autodeterminación. A estas alturas Sánchez ya debería saber que no se puede fiar de ERC. Aragonés le espera para negociar «todo lo que viene».

Por eso las críticas de históricos referentes del socialismo como Felipe González, Guerra, José María Múgica, Soraya Rodríguez o César Antonio Molina dirigen su rechazo a los indultos: «En estas condiciones, no». Esta vez la cesión al chantaje de unos condenados que piensan volver a delinquir podría tener consecuencias nefastas para el Estado. Todavía no han digerido que Sánchez equiparara el cumplimiento de una condena con el «resentimiento» o la «venganza», discurso independentista, por excelencia.

Nada más conocer la convocatoria de la manifestación en Colón para el próximo día 13 contra los indultos, el PSOE ha empezado a agitar ya la foto de la ultraderecha. Le conviene la polarización. Pero ha cambiado la tendencia de opinión después de las elecciones en Madrid, en donde ya se vio que el espantajo de los ultras y el fascismo no funcionó.

Es una manifestación convocada por la plataforma cívica ‘Unión 78’ que secundarán los tres partidos de centro derecha. El PP va con pies de plomo. Ya se ha visto con Díaz Ayuso que la derecha puede ganar sin depender tanto de Vox. En el entorno de Pablo Casado circula un mantra ‘napoleónico’: «Nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error».