ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • Temen que una ecografía desmonte el gigantesco embuste que sustenta una de las banderas de la izquierda pseudofeminista

La reacción histérica que han suscitado en el Gobierno de Pedro Sánchez las medidas anunciadas por el Ejecutivo de Castilla y León obedece a tres motivos. Los dos primeros son obvios: arrojar tinta de calamar para tapar sus vergüenzas y arremetar contra el Partido Popular y Vox a ver si logra frustrar cualquier futura alianza. El tercero y principal viene envuelto en aspavientos destinados a crear confusión, que no consiguen ocultar su nombre y naturaleza: miedo. Un temor fundado a que la verdad de las cosas desmonte el gigantesco embuste que sustenta una de las banderas de la izquierda pseudo feminista. El que presenta el aborto como un derecho inalienable exclusivo de la mujer, carente de implicaciones éticas y equiparable en la práctica a un método anticonceptivo cualquiera

Inmerso en el formidable escándalo suscitado por la excarcelación de violadores beneficiarios de su ley, el ministerio de Montero y el resto del Gabinete han visto el cielo abierto ante la posibilidad de transformar, vía propaganda falsaria, un protocolo pensado para ampliar la información a disposición de las embarazadas en un perverso mecanismo concebido con el propósito de coartar la libertad de las que deseen abortar. ¡Al lobo! Han gritado al unísono políticas y opinadoras autopoclamadas ‘progresistas’. ¡Alarma antimachista! ¡Ni un paso atrás en nuestros derechos! Los de las criaturas abortadas, así como los de sus padres, hace tiempo que sucumbieron a la presión del pensamiento único. Pero es que en este caso ni siquiera estaba en cuestión la potestad exclusiva de la gestante para liquidar (que no interrumpir) un embarazo no deseado. Lo que se ha puesto sobre la mesa es la oferta de un servicio gratuito sujeto a su aceptación. Permitirle escuchar el corazón del feto y/o verlo a través de una ecografía.

¿Dónde está el problema? ¿Dónde la coacción? ¿Acaso temen que ese sonido y esa visión humanicen al ‘nasciturus’ y desmientan la afirmación de Bibiana Aído según la cual un embrión es «un ser vivo pero no humano«? ¿Tan pobre opinión tienen de las mujeres que no las consideran capaces de refrendar su decisión con un conocimiento completo de lo que se disponen a hacer? ¿O es que en el fondo son conscientes de lo que significa un aborto y prefieren negar la evidencia rechazando los instrumentos que nos ofrece la tecnología?

Una vez me dijo una médico que, a falta de criterios objetivos, la única razón que se le ocurría para establecer la frontera del aborto legal en doce semanas de gestación era que a partir de ese momento el bebé tiene forma de bebé, cuerpo de bebé, rasgos tan reconocibles que hasta el ginecólogo más templado vacilaría a la hora de terminar con su vida. A la luz de este miedo cerval al latido de un corazón, concluyo que esa doctora no andaba desencaminada.