Rebeca Argudo-ABC
- Una no sabe si lo que le molaba a Noelia de la política era hacer algo bueno por sus conciudadanos o la fama y los dinerillos
De todo el ‘affaire’ Noelia Nuñez, la diputada que dimitió porque la pillaron mintiendo en su currículum (que no por mentir, no nos engañemos), lo que más me llama la atención no es que alicatara su biografía formativa para darle un aire más capaz. Tampoco que sus compañeros de filas la alaben, justo ahora, por honesta y ejemplar, casi elevada a heroína y ejemplo a seguir (¿ejemplo de qué, de lo que se debe hacer si te descubren y se monta mucho cirio pero no si la cosa cuela?). Lo que más me asombra es lo poco que ha tardado en colocarse de tertuliana en un programa de esos que mezclan entretenimiento con actualidad, salpicado de mucho griterío y mucho ‘zasca’, mucha frase susceptible de ser convertida en viral, y nos lo hacen pasar por información. La fórmula funciona, no lo negaremos. Uno puede andar por su casa recogiendo trastos y planchando un poco y, al mismo tiempo, escuchar a la novia semimermada del presentador de otra cadena emitiendo bramidos, al hijo calamidad de una cineasta criadora de malvas sentando cátedra o a un exministro imputado comentando, afectado, un atropello. En medio, a veces, algún periodista de los de verdad (que no creo que tenga que ver el ‘de verdad’ con un título sino con el desempeño probo de la profesión) como subterfugio para que eso parezca serio y plural. Pues ahí, en el meollo de la píldora narcotizante del ocio con ínfulas, ahí es donde se recicla doña Noelia. No se ha refugiado en el amor de la familia mientras la cosa escampa, ni ha buscado en los libros la respuesta a los errores cometidos, ni ha retomado alguna de las tres (inacabadas) carreras de las que presumía, ni se ha tomado un tiempo para meditar y replantearse su futuro (qué he hecho mal, qué quiero cambiar, hacia dónde quiero encaminar mis pasos). No. Entre el aplauso amigo y el denuesto del contrario, la tía ha optado por el faranduleo. Por seguir alimentando ese formato mediático que tritura cerebros y vomita personajillos inefables. ¿Se acuerdan cuando los extravagantes poco dotados aparecían en los programas nocturnos para solaz y esparcimiento? Ahora los sentamos a la mesa del debate, como quien sienta a un crío maleducado a comer con los mayores, y ponemos cara de tomarles en serio y de que participan nutritivamente en la conversación pública. Y lo mismo nos vale una ‘influencer’ pinturera que una mocatriz ex de famoso, que un activista constante o el primo espabilado del que le hizo la fontanería al productor. Y, claro, al final una no sabe si lo que le molaba a Noelia de la política era hacer algo bueno por sus conciudadanos o la fama y los dinerillos. Que nos indignaban las puertas giratorias en política, y es lógico. Pero antes al menos llevaban a puestos de responsabilidad en la empresa privada para los que estaban preparados. Ahora esas puertas llevan a nuestros políticos al plató de una tertulia o a un canal de Youtube. Ni tenemos la televisión que nos merecemos ni los políticos que necesitamos.