Iñaki Ezkerra-El Correo
- ¿Por qué los políticos más aficionados a dictar leyes se las saltan luego?
Es una paradoja que tendrá más explicación en el ámbito de la psiquiatría que en el del Derecho: ¿por qué los políticos más aficionados a dictar leyes constrictivas y restrictivas; a legislarlo y reglamentarlo y normativizarlo todo, son los más propensos y dispuestos a saltarse las leyes, reglas y normas que existían antes de que ellos llegaran, como, también y por supuesto, las que ellos mismos han dictado? Pienso en el caso Errejón y en sus declaraciones ante el juez Carretero para defenderse de la denuncia por agresión sexual interpuesta contra él por Elisa Mouliaá. Del «hermana, yo sí te creo», Errejón ha pasado de pronto, sin transición ni período de esplendor, al «Mouliaá miente» y al «solo busca la fama». De la identificación a ultranza con las iniciativas populistas y maximalistas de la Ley de Violencia de Género o de la Ley del ‘Solo el sí es sí’, ha saltado a la pretensión de que a él se le declare inocente, lo cual supondría hacer de su caso individual una excepción. Errejón pretende, en fin, un trato especial para él que ignore tales leyes, que a la vez Errejón no cuestiona y que hay que entender que a día de hoy le siguen pareciendo formidables.
Su caso ilustra una básica falta de lógica. Si es inocente (algo en lo que yo ni entro ni salgo), algún defecto tendrá esa legislación que él defiende y que le ha llevado a la situación en la que se halla. Esa doctrina legal nació supuestamente para amparar a la mujer de la violencia heteropatriarcal. Y Mouliaá es una mujer. Solo cuestionando este hecho es posible la inocencia de Errejón según su lógica de máximos. Más aún, la pertinencia y la bondad de esa jurisprudencia para la garantía de la libertad sexual y la protección integral de la mujer solo pueden seguir defendiéndose desde la culpabilidad del propio Errejón y el reconocimiento de esta. El caso recuerda al del exministro de Justicia López Aguilar, que en 2015 fue denunciado por maltrato a su exmujer y que, a la vez que consideraba inadmisible esa denuncia y la situación en la que lo ponía, seguía defendiendo las bondades de la ley que había facilitado esa injusticia y que él mismo había promulgado. Su forma de razonar apelaba a un trato excepcional para él solo -por ser quien era- e ignoraba que las leyes se hacen para todos: ¿Cómo voy a ser un maltratador yo, el padre de la propia ley contra el maltrato?
Volvemos a la pregunta inicial: ¿por qué se empeñan en legislar, reglamentar y normativizar tanto y mal quienes son los primeros en desafiar a las leyes, reglas y normas? Algo falla en esa protección legislativa de la mujer, que tuvo sus grandes pasos en 2004 y 2022, cuando los mismos que la promulgaron y la han defendido han terminado acusando a dos mujeres de estar mintiendo.