- Todo lo que ha dicho en la polémica provocada por Óscar Puente presenta un problema para el Gobierno español: es cierto
Los argentinos, que a comienzos del siglo XX vivían en uno de los países más ricos del mundo y en el XXI moraban en un lastimoso fracaso, tenían dos alternativas. O continuaban con la muerte lenta de su endémico tinglado peronista, con el 45 % de la población sumida en la pobreza y una inflación imposible del 140 %. O se metían en el quirófano de un liberal de dialéctica polvorilla e histriónica, el economista Javier Gerardo Milei, que echaba pestes del socialismo y les proponía controlar el gasto público, podar las redes clientelares, rebajar la inflación y crear una cierta seguridad jurídica que permitiese prosperar a las empresas. Y se lanzaron al experimento liberal, ¡qué remedio!
Una característica de la izquierda es que además de empobrecer a la gente tiene la arrogancia de pretender que la razón está de su parte. Opera como el perro del hortelano. Así ha ocurrido en Argentina. No se había acomodado todavía Milei en la Casa Rosada y ya estaban torpedeándolo con huelgas y manifestaciones.
Resulta dificilísimo curar por completo a un enfermo achacoso durante tanto tiempo como Argentina. Los que somos más bien liberales creemos que los gobiernos no tienen la facultad de arreglarlo todo. El éxito o fracaso de los países depende en gran medida del pulso de sus sociedades. Y en Argentina la subcultura del chanchullo ha arraigado tanto que es casi imposible que un político pueda erradicarla.
Pero aún así, el electroshock de Milei empieza a dar algún fruto. Del inevitable déficit se ha pasado a un superávit, la inflación de los alimentos ha caído un poco y también la calificación de riesgo del país, porque los mercados empiezan a atisbar un cambio a mejor. En España, hoy un Estado socialista, la mayoría de la opinión publicada condena a Milei en los términos más despectivos (aunque no tenían queja alguna con la alucinante hiperinflación y miseria del peronismo). Curiosamente, The Economist califica sus primeros cien días de indudable éxito. Deben ser tan zoquetes que no siguen a las luminarias de El País y La Sexta.
Es normal que el Gobierno español defienda al peronismo, pues se parece a lo que están implantando: rencor social y comprar voluntades electorales con una red de subsidios sostenidos a golpe de deuda. Sánchez, que ha acabado plagiando todas las malas ideas de Podemos, es hoy el gobernante más radical de la UE.
A la hora de salir a agredir a quienes legítimamente piensan de otra manera, el nuevo mamporrero de guardia del sanchismo es Óscar Puente, sobre cuyas cualidades no es menester detenerse, pues se trata de uno de esos curiosos casos lombrosianos donde la cara es el espejo del alma. Puente cultiva el estilo faltón y la chulería bravucona, la forma menos inteligente y más facilona de hacer política. Para insultar a Milei se ha referido a su «ingesta de sustancias», abriendo así un innecesario conflicto con un país tan vinculado a los españoles como Argentina.
Pero Milei les ha salido rana, porque ha contestado con un sintético y certero resumen de los daños y debilidades del sanchismo:
1.- El caso de corrupción de la mujer del presidente, «que lo llevó incluso a evaluar su renuncia».
2.- El empobrecimiento de la clase media española con las políticas socialistas.
3.- El riesgo para la unidad nacional de sus pactos con los separatistas, «que están llevando a la disolución de España».
4.- El peligro que les genera a las mujeres españolas el descontrol de la inmigración ilegal (lo cual también es cierto, como refleja la altísima proporción de crímenes contra ellas cometidos por extranjeros).
Uno de los apodos de Milei es «El Loco». Pero siempre se ha dicho que a veces los únicos que dicen la verdad son los locos y los niños. Milei lo ha clavado. En un fresco de cuatro brochazos ha retratado la calamidad que padecemos, esa que el grueso de la sociedad española todavía no ve por el efecto narcotizante del cuasi monopolio sanchista en las televisiones. Desde Argentina se vislumbra nítidamente que estamos avanzando por la misma senda que en su momento destrozó su país.
¿Quién es el auténtico chalado: Milei, que aspira a cuadrar las cuentas y recuperar la seguridad jurídica; o ese que ustedes saben, que vive en el despilfarro, que está destrozando el Estado de derecho y que anuncia ufano medidas para embridar a los jueces y periodistas que no se pliegan a sus políticas de extrema izquierda y traición a la unidad nacional?
El Loco no duerme en la Casa Rosada.