Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, /12/11
R ajoy hace las cosas así: tranquilo, por su orden y sin dar cuartos al pregonero. Tranquilo quiere decir que no se pone nervioso ante las demandas de la opinión publicada: ha aprendido a distinguir el tiempo periodístico del tiempo político. Por su orden significa que, si la norma señala que el rey ha de conocer los nombres de los ministros antes que la prensa, se los comunica antes al rey. Y no dar cuartos al pregonero es un saludable ejercicio de discreción para evitar el baile de los rumores. Al conseguirlo, consigue también reforzar su autoridad. Gestionará bien o mal, pero vamos a asistir a una permanente lección de técnica y astucia política.
Sobre esas normas, para mí tan importantes como los nombres, Mariano Rajoy compuso su Gabinete. Un primer vistazo a la selección muestra tres grandes características: confianza, eficacia y personas que no le creen problemas. ¿Pudo haber encontrado personalidades más brillantes? Sin duda. Y nombres más sonoros, también. Pero el nuevo presidente no ha querido confundir los destellos con la seguridad. No ha querido arriesgar. Ha llamado básicamente a gentes de su entorno; personas que han trabajado con él o él ha visto trabajar; políticos con capacidad expeditiva, identificados con su forma de ser y de actuar y de los que se puede fiar.
La decepción es que no cambió la estructura de Gobierno, aunque sí algunos nombres de ministerios con tres puntales básicos: Soraya Sáenz de Santamaría, la mujer fuerte del Gabinete, la mano para garantizar unidad de discurso y con la tarea básica de evitar las sensaciones de desbarajuste que hemos sufrido; Luis de Guindos, al que corresponde nada menos que el milagro de la recuperación con lo que un periódico alemán llamó la cuadratura del círculo de rebajar el déficit sin subir los impuestos; y García Margallo, con el encargo de defender al país en el extranjero y recuperar protagonismo de España en los grandes centros de decisión. Ana Pastor es la esperanza gallega para el AVE. Ruiz Gallardón, la estrella llamada a brillar.
No hay ministerios menores. Todos se enfrentan a problemas inmensos. Todos tienen la obligación de hacer prodigios gastando menos, porque los 16.500 millones de desfase que anunció Rajoy el lunes se pueden multiplicar por dos. Y a todos les ha servido el presidente un programa de reformas y un cuadro de objetivos que tienen que cumplir aunque no sean los suyos. Con lo cual, como primeras palabras de bienvenida, solo cabe decirles: enhorabuena, porque han alcanzado su meta; mi más sentido pésame, porque no podrán descansar ni en Navidad. Y encima, con una amenaza: las crisis económicas no se cargan un Gobierno; se cargan dos. Esperemos que sean la excepción.
Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, /12/11