Ignacio Camacho, ABC, 6/10/12
El delirio soberanista quiere convertir el clásico en un referéndum de emancipación , una revancha contra Felipe V
HAN querido las circunstancias que el Real Madrid comparezca mañana en Barcelona como misión expedicionaria de la nación opresora, avanzadilla de esa fantasmal invasión armada que el ofuscado ensueño independentista ha inventado para galvanizarse a sí mismo. Un grupo de mercenarios apátridas al mando de un sargento de cipayos portugués se va a enfrentar al ejército simbólico del pueblo cautivo en su propia casa, decorada para la ocasión con una gigantesca bandera cuatribarrada. El desquiciado clima emocional que se ha instalado en Cataluña quiere convertir el enésimo clásico de la Liga en un referéndum de autodeterminación anticipado. Una misión de liberación nacional, una goleada al imperialismo español, una revancha a pelotazos contra Felipe V.
En la última asamblea del Madrid, algunos socios le pidieron a Florentino Pérez que se vaya del palco del Camp Nou si arrecian los insultos contra España. Pero la respuesta que el madridismo —y su correlato sociológico sobrevenido—demanda para la ocasión es sólo una victoria deportiva que enfríe la caldera sentimental recalentada por la pasión soberanista. Y a ser posible, un gol de Ronaldo en ese minuto 17 en que el estadio pretende estallar en furor colectivo de independencia. A Cristiano el nacionalismo se la suda pero es el que mejor puede motivarse para agrandar su desmedido ego; nada le gustaría más que silenciar ese estruendo con su protagonismo narcisista.
En ese duelo de motivación parte con ventaja el Barça; además del estímulo competitivo que supone dar un golpe a la Liga, sus jugadores conocen —y la mayoría comparte— el vínculo emblemático del club con la liturgia identitaria catalana. Son perfectamente conscientes de la atmósfera sobreexcitada que rodea el encuentro y la utilizarán como incentivo para flotar a favor de la corriente de sentimentalismo. En cambio los blancos son casi todos tipos ensimismados y algo autistas. Salvo Sergio Ramos, león andaluz, españolista y castizo, e Iker, que estará tenso bajo su arco de soledades, se trata de gente comprometida sólo consigo misma. Melancólicos como Benzema, esquizoides como Pepe, retraídos como Özil, alegres como Marcelo, huidizos como Di María. El conjunto es un grupo heterogéneo imposible de investir con la responsabilidad spengleriana del último pelotón de una razón ajena. No tienen otro acicate que su propio orgullo. Y no siempre lo sacan de paseo.
Pero lo sepan o no, lo acepten o no, el adversario les ha colocado una casaca de tropa de ocupación y les va a acometer como si estuviese en juego el futuro de una patria. Eso es el partido de hoy: un choque entre el delirio y la objetividad, entre la realidad y la quimera. Y ese espejismo sólo se puede disolver con la cabeza fría. Exactamente como lo debe afrontar Rajoy frente al enardecido, sobreactuado desbordamiento que trata de desencajarlo de sus impávidas casillas.
Ignacio Camacho, ABC, 6/10/12