Vengo de una tierra donde se pregona hasta el pescao por sus calles: «¡Caballa, hay caballa pa’asarla!», vocean a compás los pescadores caleteros por las esquinas del barrio de La Viña. «¡Llevo cangreeeejo, cañaílla, camarón y boooca buena!», anuncian por la playa de La Victoria los mariscadores de La Isla de León con su canastillo de mimbre y hasta la boina de blanco reglamentario.
Una tierra cuyos carnavales pregonó Joaquín Sabina, a quien, a su llegada al consistorio, le sobraron los motivos para descubrirse: «Hace tiempo que no encontraba motivos para quitarme el sombrero, pero hoy los he encontrado en este Ayuntamiento del pueblo».
«Cuando supe que tú eras el pregonero / atracó la esperanza en el muelle del pueblo / Resurrección del espíritu de don Carnal / patrón de los carnavaleros», le cantó el poeta local.
Antonio Burgos y Carlos Cano también pregonaron a dúo la fiesta pagana de Cádiz: «¿Cuánto se debe aquí?», le dijo el granaíno al concejal de Fiestas al acabar la función. Años atrás, en dicho escenario de la Plaza de San Antonio, se produjo el simbólico abrazo fraternal entre José María Pemán y Rafael Alberti, tras pregonar este el carnaval de 1981.
Cuento esto para que se entienda la importancia que aquí abajo le damos a los pregones. Y es que, recientemente, me ha llegado el eco de sendos pregones (ambos pronunciados el 17 de agosto), uno al norte y otro al sur, muy diferentes, y que por voz de sus pregoneros reflejan el estado moral de sus respectivos pueblos.
Les invito a que los escuchen y comparen.
En la Semana Grande de Bilbao, la actriz y activista (¡actrizvista!) Itziar Ituño ofreció, desde un balcón del Teatro Arriaga, un discurso propio de una concejalucha o activista de distrito con una miopía notable: identitario y exclusivo.
Traducción al castellano del discurso de Itziar Ituño
1/4 pic.twitter.com/mCGilKel63— Theos_Dom (@DomTheos75269) August 18, 2024
La intérprete de La casa de papel, elegida pregonera por las peñas bilbaínas por sus méritos tras la pancarta, y no tras la pantalla, ensartó en su espeto herrumbroso todos los tópicos en los que se solaza y refocila una sociedad, la vasca, corrompida por dos enfermedades morales: el nacionalismo y el progresismo, que es como ser hipertenso e hipotenso a la vez.
Por eso, la plaza vizcaína estaba predispuesta a escuchar la soflama totalitaria, borreguil y cobarde de Ituño, completamente leída por cierto, engalanada con banderas de todas las causas sacrosantas de la hegemonía cultural presente: la ikurriña, la bandera de Palestina, la venezolana (por el chavismo), y la que nunca puede faltar (euskal presoak).
Con un público así, cómo no iba a empezar Ituño definiéndose como «mujer, de clase trabajadora y profundamente feminista», antes que como persona. No faltó, como han resaltado los medios, el guiño implícito a los presos etarras, que «por diferentes motivos están fuera» y el recuerdo «al genocidio en Gaza» (sic).
Todo en euskera, un idioma artificial, rudo y altamente exclusivo. Ituño recordó que es «neohablante gracias a las academias de euskera». O sea, gracias a la política que, como en Cataluña, margina al castellano valiéndose de la ingeniería social.
También se definió, orgullosa, en varias ocasiones como «una bruja». No seré yo quien se lo diga, pero ahí queda, dicho por ella misma.
Para quitarme ese mal sabor de boca, esa sensación de claustrofobia que provoca el nacionalismo, me puse a ver el pregón que pronunció el cantautor El Kanka, unas horas después y a mil kilómetros del de Bilbao, para inaugurar la Feria de Málaga.
Allí estaba Juan Gómez, llamado como su ilustre paisano futbolista, con una florida camiseta de manga corta junto al sempiterno y ejemplar alcalde de Málaga, el mismísimo Paco de la Torre, ataviado con una elegante guayabera o sahariana.
Los dos momentazos reivindicativos del pregón de El Kanka #FeriaMLG2024 #FeriadeMálaga pic.twitter.com/dMZMoxLEvt
— Salvador G Aranda (@SalvadorGAranda) August 18, 2024
El Kanka ofreció un pregón canónico: rimado y cantado, sin papeles de por medio, tirando de alegría, gracia, espontaneidad; aunque no exento de crítica.
«Porque si vienes de fuera, y fueres de donde fueres, bienvenido siempre eres, sea cual sea tu bandera. En Málaga no hay frontera, todo aquel que quiera pasa».
Un canto a su pueblo dicho con palabras del pueblo, que es el idioma que nace, que brota naturalmente, en la calle, en las plazoletas y en las playas.
«Que no hay orgullo mayor que ser vuestro pregonero / de la Mónica al Tintero / del Cenachero al Cautivo / del acento con que escribo / a un pitufo y un mitá / para amar esta ciudad / me sobran mil y un motivos».
Dos pregones. Dos pregoneros. Dos fiestas. Dos pueblos.
Y una pregunta. ¿Dónde te irías a vivir, a Bilbao o a Málaga?