Tonia Etxarri-El Correo

El pacto suscrito entre el PP y Vox en Valencia está sirviendo en bandeja a Pedro Sánchez su campaña contra la extrema derecha. Allá donde el PP ganó las elecciones el pasado 28 de mayo se irá dibujando un mapa político que se podría extender en los comicios del 23 de julio. Un reto para Feijóo que se va moviendo con mucha prudencia sobre el alambre del equilibrio. Exigente a su derecha (el PP ha salido triunfante de la negociación en Valencia al haber logrado desplazar del Gobierno al ‘número uno’ de Vox, condenado por haber insultado y amenazado a su mujer, hace años) manteniendo su centralidad en otras comunidades autónomas y sin darle la mínima baza a la izquierda, que bien poco pueden alardear de alianzas moderadas.

Sánchez, que ha podemizado a sus bases socialistas, no va a desperdiciar esta oportunidad durante toda la campaña. Con el desparpajo que le caracteriza. Como si no conociera a Bildu, Podemos o Esquerra Republicana. Para poder alardear de centralidad y situar a Feijóo en el extremo donde ya le ubicó nada más ser refrendado como presidente del PP. Ahí lo querrá tener. Contra las cuerdas de Vox. Pero Feijóo parece que ha perdido el complejo escénico a la hora de explicar sus alianzas locales con un partido como Vox que no cuestiona la Constitución, que no justifica el terrorismo, como otros, pero que tiene proyectos de sociedad muy cuestionables.

A Vox se le debería comparar con otros populistas de izquierdas, con Podemos, por ejemplo. Pero Sánchez arrastra más lastres en su cruz. El de los independentistas sediciosos es una muesca más que aporta Podemos. Y el de Bildu es otro cantar. Ni de izquierdas ni independentistas. Depender de Otegi es cuestión de ética y de democracia. El ex presidente Rodríguez Zapatero, uno de los principales activos de la campaña de Pedro Sánchez, intenta meter goles en sus comparaciones. Que la gente elija, dice, entre «un Gobierno de Pedro Sánchez y Nadia Calviño» o uno de «Feijóo y Abascal». No, hombre, no. La equiparación, para ser rigurosa (!qué cosas pedimos a estas alturas !) debería ser entre Sánchez y Otegi o Feijóo y Abascal, ¿no? Porque el socio de Sánchez no ha sido su vicepresidenta, sino los comunistas de Podemos, los secesionistas y Bildu.

No vale la ley del embudo. ¿Las alianzas del PSOE son irreprochables y las del PP un peligro? Esa manipulación ya no funciona (con la excepción del País Vasco, claro). Lo vienen advirtiendo las urnas.

En La Moncloa cargan contra el pacto PP-Vox diciendo que «se consuma la vergüenza» sin hablar de las suyas. En Navarra, por ejemplo, María Chivite ya ha negociado con el Estado mayor de Bildu. Sabe que, aunque no ha ganado las elecciones, podrá seguir gobernando gracias a la abstención del mundo ‘batasúnico’. Pero la pieza que se quiere cobrar Otegi, a cambio, es la Alcaldía de Pamplona, donde también ha ganado UPN. Sánchez necesita disimular su dependencia de Bildu. No le funcionará. La gente tiene memoria.