IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Tras perder seis elecciones en tres años, Sánchez se ha convertido en un ‘pato cojo’, un gobernante en precario

El balance más inmediato de estas elecciones consiste en que las ha ganado el PP y que el PSOE se ha pegado un batacazo tras una campaña desastrosa y salpicada de escándalos. Son los sextos comicios perdidos por Sánchez en los últimos tres años, una patente cuesta abajo que las municipales de este domingo han certificado a escala de país con un nuevo fracaso. Se trata de una suerte de moción de censura ejecutada en las urnas, aunque en algunas autonomías y -pocas- capitales pueda suavizarla con pactos. El presidente es desde hoy un `pato cojo´, un gobernante en precario que ha dejado de contar con el respaldo de una mayoría, siquiera relativa, de los ciudadanos, si bien seguirá disponiendo de la parlamentaria durante lo que queda de mandato y aunque la diferencia negativa con su rival haya resultado algo más leve de lo esperado: más de tres puntos y de setecientos mil sufragios.

El sanchismo tratará de aferrarse al consuelo de la conservación del poder en varias regiones, pero el recuento disminuye de manera notable sus expectativas de revalidar el Gobierno. En diciembre, sin posibilidad de contar con el parapeto de candidatos mejor valorados que él, las generales serán un plebiscito directo. No obstante, un semestre es mucho tiempo y la distancia entre bloques aún parece lo bastante apretada para que la izquierda pueda pensar en un duelo abierto. En un escenario político tan volátil, su derrota no es todavía inevitable aunque ha adquirido mucha más verosimilitud en el cálculo objetivo de probabilidades.

Los daños sufridos por la izquierda son graves, rayanos en la masacre. Además del retroceso general, y del consiguiente avance de su principal adversario, se les han escapado o tiene en el aire media docena de comunidades. Podemos y sus confluencias se han desplomado, en parte por su división y en parte por su propio desgaste, y sin esa muleta los socialistas tampoco podrán sostenerse en muchas capitales. Bildu ha sacado tajada de la exhibición descarnada de su pasado de sangre. Ciudadanos ha confirmado el pronóstico sombrío de los sondeos iniciales; sus votos de 2019 han engordado la facturación de los candidatos populares. Vox se consolida en unos sitios, crece en otros y tendrá papel decisivo en la gobernabilidad de territorios relevantes.

Feijóo ha salvado con cierta holgura el primer examen nacional sobre su liderazgo. Su partido es de nuevo el primero de España, ha conquistado plazas simbólicas como Sevilla y Valencia y está más cerca de su objetivo pero le queda trabajo. El más urgente, la gestión de los acuerdos con Vox allá donde sean necesarios. Tendrá que cuidarse de que esas alianzas no perjudiquen su estrategia de ampliar su base sociológica por el espacio moderado, un factor determinante para el último y definitivo asalto. De momento, ha salido ungido como depositario principal de la pulsión de cambio.