ABC 01/05/17
IGNACIO CAMACHO
· La legislatura acababa este jueves si caían los Presupuestos. Era el PNV, no Podemos, el que podía derribar al Gobierno
NI corrupción ni moción de censura. Mariano Rajoy sólo tiene una prioridad en este momento y consiste en aprobar la Ley de Presupuestos. Por eso, tras mostrarse impávido ante el escándalo de Madrid y displicente con la iniciativa de Pablo Iglesias, salió de su ataraxia política para negociar in extremis el voto del PNV. De no haberse involucrado en ese compromiso con el nacionalismo vasco, la legislatura se acababa este jueves con la derrota del proyecto gubernamental de cuentas del Estado. Por ahora sólo tiene garantizado el empate que le permita ganar tiempo; para la decisiva transacción enmienda por enmienda cuenta con granjearse –puede costar cuatrocientos millones– la anuencia de Pedro Quevedo, el regionalista canario. Aún no lo tiene en el bote pero si lo logra habrá ganado un año de mandato. Aunque sea un año engorroso y precario.
El presidente no lo va a reconocer pero sabe que la moción de Podemos, si acaba presentándola, le favorece. Quizá preferiría evitarla por su poca afición a la política-espectáculo y por su impacto sobre la estabilidad de los mercados. Sin embargo, llegado el caso le puede incluso venir bien para escenificar el estado de cosas sobre el que basa toda su apuesta de liderazgo. El posibilismo, el mal menor frente al peligro populista. Si Iglesias consuma su idea de postularse como alternativa sin mayores apoyos que los separatistas catalanes y acaso Bildu, Rajoy podrá salir a la tribuna y recordarle a la nación el dilema que le están planteando. Aquí estoy yo, con todos mis defectos y la corrupción en mi partido, y enfrente ya ven ustedes lo que hay: sin comentarios. Con razón el PSOE y Ciudadanos están horrorizados. Ese debate los empareda en un ninguneo que encima les obligaría a abstenerse tapándose la nariz y sin apenas posibilidad de abrirse espacio. Darían cualquier cosa por no tener que comparecer en ese escenario.
Así las cosas, lo que de verdad temía el marianismo era que el rebrote de la corrupción encogiese a los nacionalistas vascos. Ellos, no Podemos, eran los que podían provocar la caída del Gobierno y forzar la convocatoria de elecciones de un plumazo. Con sólo cinco diputados. Pero su instinto de hegemonía territorial siempre ha preferido un poder débil en Madrid al que arrancarle dinero y competencias y los van a obtener: rebaja del cupo, inversiones en el AVE y retirada de recursos sobre flagrantes extralimitaciones del marco estatutario. A Rajoy le queda pendiente, como reclamaba ayer Luis Ventoso, el imperativo moral de explicarle al país, sin disimulos de birlibirloque contable, por cuánto sale el trato.
Con todo, hay un factor de inestabilidad que el presidente no puede controlar, y es que Pedro Sánchez gane las primarias socialistas. Entonces, la moción de censura podría dejar de ser una fantasmada… y tal vez los españoles tuviésemos que ir a las urnas en pleno verano.