MANUEL MONTERO, EL CORREO 08/03/14
· Si la labor del Departamento encargado de impedir los desmanes es el reproche moral, apaga y vámonos.
Alos lehendakaris, de cualquier tendencia, les gusta gestar modelos vascos, sea modelo vasco de transformación empresarial, modelo vasco de cajas de ahorro, de preclusters o de innovación y transparencia. Les da por ahí. Todos tienen su modelo de país, a cada cual más portentoso. Y si hay dudas al respecto, «debemos repensar el modelo de país, pero nadie quiere dar el paso». Todos saben que su modelo es el bueno, pero buscan que los demás piensen y repiensen hasta que caigan en la cuenta. Que den el paso.
A los dos lehendakaris últimos les gusta la variante ‘modelo Euskadi’, como quien dice ‘marca España’ pero a la vasca. Es novedad en la feria, pues la expresión apenas tiene un lustro. Ostenta un logro singular: en tan breve tiempo se ha convertido en enseña de dos lehendakaris de signo opuesto, que lo han prohijado y exhibido. Ibarretxe, que era más especulativo, se quejaba del «modelo de dependencia» y proponía «otro modelo» de autogobierno, pero sin la concreción ‘modelo Euskadi’ de sus sucesores, más propagandistas y quizás menos contumaces, a cada uno lo suyo.
Los lehendakaris que le han seguido coinciden en el lema pero no en el contenido. El ‘modelo Euskadi’ de Patxi López era «otra forma de enfrentarse a la crisis»: control del gasto público, lucha contra el paro, impulso a la economía y la garantía de servicios públicos para todos. Y sin recortes. Vamos, un chollo: lo raro es que no nos copiara todo el universo mundo. Quizás fue porque sonaba a voluntarismo y no se explicaba cómo lograr el milagro, si arrastrando la piedra todos a la vez o soplando la vela.
Se conoce que a Urkullu le ha gustado el término, aunque no lo enlace con su antecesor. Tampoco el concepto que usa es el mismo. No propone un mero modelo contra la crisis. Juega más a lo grande, pues quiere dirigir patria, no hacer méritos para candidato. Su ‘modelo Euskadi’ es desarrollo humano y crecimiento sostenible, «la política económica al servicio de las personas». Más voluntarismo, en eso se parecen los dos modelos Euskadi, el de López y el de Urkullu. Receta para diseñarlos: se imagina uno lo mejor de lo mejor, se prescinde de efectos indeseados, se supone que nuestras querencias darán los resultados que queremos y ya tenemos un ‘modelo Euskadi’.
El inconveniente salta cuando el modelo hay que contrastarlo con la realidad, como le ha pasado a Urkullu. En la cumbre económica de Bilbao cantaba las excelencias de su modelo Euskadi y al mismo tiempo –y durante varias horas después– un grupo de vándalos arrasó Bilbao. En esto hay unanimidad: ha sido el mayor ataque de violencia sufrido por la villa, que parecía imposible.
Urkullu ha precisado que tales barbaridades no son el ‘modelo Euskadi’ del que había hablado. Hay que suponer que los asistentes a la cumbre, Lagarde y compañía, respirarían tranquilos y comunicarían a sus instituciones y gobiernos que en Bilbao habían dado con la piedra filosofal: un modelo de desarrollo y crecimiento extraordinario, el no va más. Avisarían de que, si bien hay gentes que azotan tiendas, calles y mobiliario urbano, además de amedrentar gentes, no hay razón para preocuparse, porque no forman parte del modelo. Son variables independientes, que van por libre. Menos mal.
Lo malo es cuando quieran imitarnos y aplicar el modelo Euskadi, pues a juzgar por la descripción parece excelente. Quizás concluyan que, para que funcione, la gente se tiene que comportar bien y eso es todo: que es un modelo moral. Alcanzar el imposible niño modélico de los cuentos de la infancia –el repelente niño Vicente– era responsabilidad de los niños, que no llegábamos, no del educador. Tal era el concepto. Luego nos tocaba sobrellevar la frustración a escondidas. Pues eso.
La puesta en práctica del ‘modelo Euskadi’ la ha rematado la consejera de Interior, que «ha censurado» las actuaciones violentas. Acabáramos. Si la labor del Departamento encargado de impedir los desmanes es el reproche moral, apaga y vámonos. Resulta imposible que las policías no lo viesen venir, en un país con tradición secular de ataques de este tipo –permítanme la hipérbole temporal, tan del país–, materia prima y ganas de emular actuaciones de las que andábamos ayunos desde hace tiempo. Además, la ‘razzia’ antisistema duró varias horas, ante la pasividad de las fuerzas encargadas del orden.
Las imágenes del ‘modelo Euskadi’ de violencia y actuación policial muestran unas pocas decenas de sujetos enmascarados arrasando aquí y allá sin ningún ademán policial para parar el desmán. Es sorprendente. Si alguno de los antisistema nos venía de fuera, turismo de combate, estará alucinado con la bicoca: estragar sin riesgos. Se correrá la voz y para la próxima vendrán a mansalva. Cuando se enteren de que en Bilbao hay barra libre se producirá el efecto llamada. Los locales no se quedarán a la zaga, para demostrar que aquí hay cantera, sólo faltaba que nos ganasen en casa.
Bildu, siempre con la ciudadanía, no condena los atropellos. El portavoz del Gobierno asegura que si no hubiese habido Ertzaintza todavía hubiese sido peor, aunque es misterio qué actuación tuvo, más allá de contemplar el espectáculo. Dice que evitó que la ciudad ardiera «en llamas». Misión cumplida, por tanto: Bilbao no llegó a arder por completo.
A lo mejor es el gran logro del ‘modelo Euskadi’, la violencia sostenible. Que no llegue a acabar con la ciudad, en cuyo caso no habría más que devastar y se extinguiría por inanición; y que quepa practicarla sin grandes inconvenientes, con comodidad. Son los signos del nuevo tiempo.
MANUEL MONTERO, EL CORREO 08/03/14