Kepa Aulestia, EL CORREO, 16/6/12
El calendario electoral autonómico no depende de la evolución económica, porque responderá a la lógica del ‘mal menor’ que los socialistas vascos ya han convertido en una cuestión de camarilla
La crisis financiera y fiscal que padece la España del euro ha despertado entre los sectores más autocomplacientes de Euskadi la engañosa teoría de que los vascos nos vemos arrastrados por una economía de la que deberíamos desengancharnos cuanto antes. La idea de que España es un lastre para el País vasco ha sido verbalizada en los últimos meses por dirigentes jeltzales que así parecen obviar la ventajosa posición que nos procura el concierto económico como si éste formase parte del connatural bien hacer de nuestra estirpe.
El nacionalismo siempre ha barajado la hipótesis de construir una Euskadi o una Euskal Herria soberana a partir de una España política e históricamente fallida. Sin embargo, nunca imaginó que pudiera acariciar tal supuesto por efecto de una crisis financiera sin precedentes que, de paso, amenaza con barrer buena parte de nuestro confort. Por mucho que se apele al ‘lastre España’, la situación resulta desconcertante para un PNV que se apresta a hablar con Rajoy porque necesita mostrarse útil y constructivo aun en un momento en el que no parece muy seductora la compañía del presidente popular.
La utilización oportunista de la España financieramente fallida y presupuestariamente apocada para apuntalar el proyecto soberanista vasco no está yendo afortunadamente muy lejos. La querencia soberanista de un país no dependiente que se abra paso entre las debilidades del Estado español no acaba de tomar cuerpo porque es imposible eludir el vértigo que genera la incertidumbre. De ahí que la ‘España lastre’ se convierta en una ‘boutade’, en un recurso altanero y provocador que juega a lo sumo con la ensoñación de poder contar con todas las ventajas que supone la pertenencia a un Estado miembro del Eurogrupo sin tener que soportar ni uno solo de sus inconvenientes.
El mercado español no representa hoy una demanda ‘externa’ que asegure la actividad industrial vasca, pero ello obliga a reconocer que tampoco existe una demanda ‘interna’ dispuesta a mantenerse como en vísperas de la crisis. Sería más realista esperar la recuperación de la economía española que soñar con una internacionalización de la vasca tal que haga de todas nuestras empresas ejemplos de éxito en el mundo global.
Tampoco la izquierda abertzale parece atreverse a explotar las posibilidades de un discurso desdeñoso hacia el resto de España que avale la necesidad de liberar el potencial vasco para que no quedemos empantanados en la España fallida. Gobernar impone el principio de realidad, aunque sea a regañadientes, y mientras EHBildu elabora su programa para las autonómicas se está viendo obligado a adoptar medidas drásticas de consolidación fiscal en las muchas instituciones que gobierna, sin que en el diseño de sus particulares ajustes pueda adivinarse el bosquejo del socialismo en una Euskal Herria independizada más que en los resabios bolcheviques de algunas de sus decisiones de vanguardia.
El nacionalismo cuenta siempre con el factor a su favor de que tanto sus bases más entusiastas como buena parte del resto del electorado dan por supuesto que alberga un plan para Euskadi, aunque éste se sustancie en una mezcla de evocación de los orígenes y de improvisada utilización de los resortes del poder institucional. De ahí también que resulte inútil el esfuerzo del lehendakari López para afianzar una idea tan equívoca como la existencia de un ‘modelo Euskadi’ que pretende ser, al mismo tiempo, una réplica a la política de Rajoy y una alternativa al anunciado regreso de los jeltzales a Ajuria-Enea. Modelo que no existe más que como descripción publicitaria de la necesidad que tiene el Gobierno de López de recrear su mandato como un ámbito del que quedarían excluidos los recortes.
Desde luego tal referencia no sirve como ejemplo para proyectar hacia el resto de España una versión útil para el socialismo que lidera Rubalcaba, tampoco después de que la crisis del Gobierno de Navarra a cuenta precisamente de los recortes haya acabado con su entendimiento con la derecha foralista. Pero ni siquiera una imagen tan a contracorriente como la multitudinaria Oferta Pública de Empleo convocada por el Gobierno vasco puede soslayar los ajustes que se están aplicando desde hace dos años en la autonomía vasca.
Se da por sobreentendido que el calendario electoral depende de la evolución de la economía vasca y de la disponibilidad presupuestaria con la que López podría incluso animarse a tramitar en el Parlamento las cuentas para el año 2013. Se supone que la falta de recursos obligaría a un adelanto autonómico que no sería preciso si las necesidades presupuestarias pudieran ser cubiertas razonablemente. Pero se trata de una argumentación falaz, puesto que la decisión final no responderá a razones económicas sino a la lógica política del ‘mal menor’ que los propios socialistas vascos ya han convertido en una cuestión de camarilla.
De ahí que no se fije de antemano la tasa de recaudación que propiciaría la continuidad de la legislatura y cuál forzaría la disolución anticipada del Parlamento vasco. Todo ello revela una clara incoherencia, puesto que las razones del agotamiento del mandato socialista pueden intercambiarse fácilmente con las del adelanto electoral, dado que ni siquiera sirven para consumo interno del PSE-EE. En realidad el único consuelo que le queda al ‘modelo Euskadi’ de López es que día a día se desgasten las opciones electorales del PP vasco.
Kepa Aulestia, EL CORREO, 16/6/12