PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA-EL CORREO

  • La política amenaza con responder a los disturbios nocturnos con otro de esos debates sobre la juventud

El periodismo consiste en explicarles a los demás lo que uno mismo no entiende. Pero todo tiene un límite. El debate entre el Gobierno vasco y la izquierda abertzale sobre la naturaleza del botellón me supera. Escucho al lehendakari y a Arnaldo Otegi y no sé de qué hablan. Neoliberalismo, modelos de ocio, fenómenos globales… Están a un paso del epifenómeno y la superestructura. Me recuerda a aquello que cuenta Chesterton sobre dos críticos literarios que discuten sobre Tolstoi e Ibsen y llegan a las manos sin recordar quién defendía inicialmente a Ibsen y quién a Tolstoi.

Los líos nocturnos permanecen constantes y variopintos desde el fin del confinamiento y la posición de las dos principales fuerzas del país gira como una peonza. Antes el PNV hablaba de «mozkorra borroka» y Bildu de la Ertzaintza ocupando barrios y criminalizando a la juventud. Ahora es Otegi quien denuncia los incidentes, criminalizando a su vez a la juventud por el lado neoliberal. Josu Erkoreka desligaba hace unos días los disturbios de San Sebastián de la kale borroka. Pero Urkullu le pide a Otegi que no justifique ataques a la Ertzaintza y Otegi dice que eso es «miserable». Si lo he entendido bien, él denuncia todo ataque a la Ertzaintza que no se realice por el motivo adecuado.

O sea, que Urkullu y Otegi están en completo desacuerdo sobre algo que no consiguen definir. Y saltan vistosamente del orden público a la filosofía moral, teorizando con escándalo sobre la juventud del momento y la falta de valores, el nihilismo y el respeto a la autoridad. Son cosas que conviene hacer siempre con un poco de calma. Y con perspectiva. Recordando, por ejemplo, que los cuarentones y cincuentones que están ahora al mando del país hace veinte o treinta años donde estaban era en las fiestas universitarias que la autoridad rectoral llegó a prohibir por la mezcla de consumo de alcohol e incidentes y que se siguieron celebrando sin permiso dentro de los campus al menos hasta finales de los noventa. En aquellas fiestas multitudinarias, para demostrar que lo del alcohol era un bulo de la autoridad, la juventud vasca en su mejor versión -los médicos y economistas del futuro- se ponían, totalmente borrachos, una pegatina en la que se leía lo siguiente: «No estoy borracho».

MULTAS

Doble sanción

El Gobierno vasco retira 14.400 multas puestas durante el estado de alarma por quebrantar el confinamiento. Lo hace cumpliendo la sentencia del Constitucional que establece que la reclusión domiciliaria debió contar con el amparo legal del estado de excepción. En Euskadi se pusieron en aquellos meses y por ese motivo casi 23.000 multas. Se retiran las que aún estaban tramitándose. Las más de 8.000 que, o bien son firmes o bien ya han sido pagadas, no van a devolverse. El Gobierno vasco explica que lo prohíbe expresamente la sentencia del Constitucional. Lo primero que piensa uno es en modificar el refranero: deja para mañana la multa que puedas pagar hoy. Lo siguiente que te viene a la cabeza es una imagen inquietante: el Estado tocando en la puerta del ciudadano que paga con responsabilidad y diligencia una multa incorrecta para darle unas palmaditas en la cara y llamárselo muy despacio: pardillo.

VALENCIA

Fuego al fin

Cómo será de extraño todo que ayer comenzaron las Fallas. Y lo increíble no es la fecha, sino la mera celebración de una gran fiesta en una gran ciudad el mismo día en que en otras ciudades que tampoco están mal lo que se celebraba era que podían juntarse en una mesa ocho personas. Las Fallas de este año serán reducidas, prudentes y moderadas. «Actos falleros», matiza el alcalde. Ojalá a partir de ahora los demás señalemos como niños hacia Valencia ante cada nueva restricción más o menos justificada: «¡Pero ellos han celebrado las Fallas!»