Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
La OCDE advierte de que en los próximos tres años vencen 21 billones de deuda pública. Ya. ¿Y? Pues nada, que como no hay manera de restar a los presupuestos públicos una montaña semejante de dinero –en realidad nadie piensa en hacer semejante cosa– habrá que emitir más deuda. Una parte, para devolver la que vence en cada ejercicio, que ya le digo que no hay dinero fresco para hacerlo y así no habrá más remedio que emitir deuda nueva para hacer frente a los vencimientos de la vieja. Y luego, claro está, habrá que emitir más para financiar los nuevo déficits en los que vayamos incurriendo, presupuesto tras presupuesto.
¿Que por qué sucederá tal cosa? ¿Me lo pregunta en serio? Tomemos el caso de España, que nos queda cerca. Este año cerraremos el ejercicio con más de un 4% de déficit y el año que viene nos había asegurado la vicepresidenta Nadia Calviño que iba a embridar las cuentas dentro del margen concedido por la UE en su Plan de Estabilidad, es decir, en el 3%. Pero esas fueron palabras dichas antes de la campaña electoral y llevada por el entusiasmo propio del catecumenado. Pero los vientos desatados en ella se las han llevado lejos. Tan lejos que las promesas emitidas por Pedro Sánchez comprometen ya unos 13.600 millones nuevos. Y menos mal que solo quedan unos días para las votaciones, que si llegan a ser unas pocas semanas compromete la vajilla de la abuela y el aparador del comedor. Es decir, ni lo sueñe.
Vencen 21 billones de euros, pero (casi) todos los países vamos a pedir más préstamos, para poder seguir con las políticas de contento social, a las que no renunciaremos en España y muy probablemente aunque gane Núñez Feijóo. Y otra cosa que podemos dar por segura es que el coste de las nuevas emisiones será más alto que el actual. El Tesoro ha aprovechado bien estos años para estirar los vencimientos (ahora ligeramente por debajo de 8 años) y reducir el coste (ahora en los alrededores del 1,7%), pero necesitamos reponer cada año el 13% de esos más de 1,5 billones que almacenamos de deuda y que no devolvemos, más los déficits anuales que serán mayores. Todo ello a un coste superior, lo que restará capacidad de actuar a los presupuestos. De acuerdo con el plan remitido a Bruselas, en 2026 pagaremos 14.900 millones más que ahora, hasta alcanzar los 46.500. Una cifra que a mí me asusta porque soy un timorato, pero que a la señora Calviño le parece nada menos que «moderada y asumible». Pregúntele dónde piensa estar en 2026 y lo entenderá todo…