EL MUNDO 05/02/15
VICTORIA PREGO
Nunca desde el comienzo de la democracia habíamos visto un fenómeno parecido. La ascensión fulgurante de una formación que enarbola como único programa, por el momento, el ataque a las viejas formas de hacer política y la promesa, vaga y sin sustento pero muy encendida, de un mundo nuevo, es un hecho incontestable con el que habrá que contar a partir del año que viene.
Una vez que Izquierda Unida ha sido fagocitada con enorme facilidad por Podemos, el Partido Socialista es el siguiente gran perjudicado por esta llegada inesperada de la formación de Pablo Iglesias. Y eso añade gravedad al paisaje político nacional porque el PSOE había sido hasta ahora el otro partido que suscitaba los apoyos necesarios para asumir el gobierno de España. Pero ahora se comprueba que sus votantes le abandonan y se pasan en masa a las filas de Podemos. Y eso es la consecuencia de un error que tiene su origen en la política puesta en marcha en su día por Rodríguez Zapatero.
El anterior presidente tuvo desde el comienzo de su mandato un especial interés en apoyarse en los sectores más a la izquierda de su partido y en subrayar ese izquierdismo militante, algo que se tradujo en políticas destinadas a agrandar con insistencia la distancia ideológica que le separaba de «la derecha». Abandonó claramente así al electorado de centro izquierda que durante años se había sentido cómodo apoyando a un PSOE en la línea de los partidos socialdemócratas europeos.
De ese modo las bases del PSOE se fueron trasladando a posiciones netamente izquierdistas desde las que ahora no tienen dificultad alguna en dar el salto a una opción que encarna fielmente aquel antiguo espíritu de la ruptura que no pudo ser y que hoy tiene una nueva oportunidad de intentarlo. Porque entre los futuros votantes de Podemos hay, además de muchos jóvenes, mucho nostálgico de la lucha contra el franquismo que ahora sueña con reencontrarse con el espíritu perdido del apasionado luchador que fue 40 años atrás.
Eso es lo que está desangrando al Partido Socialista, el haber perdido previamente a la masa crítica de votantes socialdemócratas que le dieron tantas veces la victoria y que en las últimas elecciones generales se refugiaron mayoritariamente en la abstención. Y ahora está perdiendo los votos también por su izquierda porque por ese flanco le ha salido el competidor que Zapatero nunca tuvo.
La cuestión es saber si esta situación tiene compostura de aquí a 10 meses. Y parece difícil. Desde luego, como Pedro Sánchez no va a enderezar sus perspectivas electorales será insistiendo en posiciones políticas que pueden ser intercambiables con las de Podemos. Por esa vía se extinguirán las esperanzas de sobrevivir que pueda albergar. Sólo recuperando el espacio de la izquierda moderada y europea que ocupó tradicionalmente el PSOE de Felipe González podría su actual secretario general enderezar algo la derrota que lleva a su formación camino de ser tercera fuerza en el Congreso, o segunda por muy poca diferencia con la siguiente, su auténtico adversario. Es verdad que éstos son sondeos que se limitan a reflejar el estado de ánimo del electorado en un momento preciso de la vida política. Pero lo que reflejan puede no ser muy distinto, por lo que se refiere a la izquierda, del paisaje que ofrezcan las urnas a final de año.
Naturalmente, en una situación así el PSOE podría optar por huir de su propia sombra aceptando un pacto de gobierno con Podemos. Pero ése sería el momento en que firmaría su sentencia de muerte porque pasaría a correr la misma suerte de Izquierda Unida, que ya agoniza.