Ésta debiera ser la hora de dos grandes debates ideológicos y políticos en la sociedad vasca: uno dentro del nacionalismo, ya con sólo dos contendientes; y el debate de la defensa del pluralismo frente al soberanismo del PNV, siempre camuflado por los movimientos hacia la moderación y el pragmatismo, o alejándose de ellos.
Aunque requiera sus matices, dejemos el título como está: Bildu tiene su momento de gloria. Gloria porque ha podido participar. Porque obtiene un buen resultado. Y porque ha conseguido que todo el mundo en los medios de comunicación hable de su irrupción.
Pero es un momento: siempre que se han celebrado elecciones con ETA en tregua, la izquierda nacionalista radical ha obtenido buenos resultados. Ahora también. Pero es un momento, al que quizá le siga otro momento con motivo de las elecciones autonómicas. Pero que no necesariamente se tiene que reproducir en permanencia elección tras elección.
Han sido elecciones municipales y forales. No han sido elecciones ni autonómicas ni generales. Es difícil y peligroso extrapolar los resultados de ayer a esas otras elecciones. Para calibrar en su justa medida los resultados de Bildu es preciso sumar desde un inicio lo que ha representado tradicionalmente la izquierda nacionalista radical, más lo que representaba EA, más lo que representaba el sector escindido de Madrazo. Y es probable que teniendo en cuenta todos esos datos y comparándolos con las últimas elecciones municipales y forales en las que participó la izquierda nacionalista radical, se puede constatar que la foto final es bastante parecida. Con lo que el término ‘irrupción’ no refleja adecuadamente la realidad.
Los primeros que han sufrido por la presencia de Bildu, además de lo que puede significar la coalición para EA y Alternatiba -¿su desaparición?- son Ezker Batua y sobre todo Aralar. Aunque pueda ser aventurado pronosticarlo, no será demasiado arriesgado decir que se va a producir un proceso de fagocitación de todo lo que se mueve en el ámbito del nacionalismo de izquierdas, y que el resultado será la existencia de un polo único de nacionalismo radical de izquierdas.
Tampoco ha salido beneficiado el PNV -dejando el caso singular de Bilbao-. La presencia de Bildu ha reconducido la fuerza real del PNV a dimensiones más reales, aunque el proceso no esté concluido. El mundo nacionalista camina a una bipolaridad interesante: entre el nacionalismo de siempre del PNV, y el nacionalismo nuevo, de izquierdas, radical, otrora revolucionario, de Batasuna.
El Partido Popular parece haber aguantado bien en general. Y es el PSE el partido más castigado en estas elecciones, además de los pequeños partidos nacionalistas. En las pérdidas del PSE pueden haber jugado varias cuestiones un papel importante. En primer, lugar la situación del Gobierno central y del PSOE general no le habrá favorecido. Tampoco le habrá favorecido el movimiento de los autodenominados ‘indignados’.
Pero también habrá influido el hecho de ser el partido en el Gobierno en la comunidad autónoma. Y quizá se puede apuntar a algún elemento de análisis añadido: ¿no habrá habido más de un posible votante socialista que no ha terminado de entender la apuesta cerrada del PSE, sin demasiados matices y sin plantear preguntas políticas de fondo, por la presencia de Bildu en las elecciones? No es fácil responder a esta pregunta, pero es necesario formularla.
Punto y aparte merece la consideración de lo sucedido en Álava: las pérdidas del PSE en Vitoria y en el conjunto del territorio alavés están en estrecha relación con la apuesta estratégica del PSE de Álava hace cuatro años, apuesta no corregida en el momento de las últimas elecciones autonómicas. Esa apuesta no ha beneficiado al PSE y le ha ofrecido una plataforma perfecta al PNV. Parece normal que este resultado haga pensar a los responsables del PSE no sólo en Álava, sino en el conjunto de Euskadi.
Ahora empieza no un tiempo nuevo como preconizan los representantes de Bildu, sino el tiempo de las negociaciones, que casi siempre son descorazonadoras para los seguidores de los partidos políticos. Y sobre todo comienza el tiempo no siempre glorioso de la gestión de los asuntos públicos en el día a día. Empieza, o recomienza, para Bildu el trabajo dentro de la lógica institucional, dentro del sistema. Y la lógica de las instituciones, la lógica del sistema es muy fuerte, muy exigente, y se aleja muchísimo de los eslóganes, de las frases hechas, de las utopías, de las palabras grandilocuentes.
Empieza la hora, al menos debiera empezar la hora de dos grandes debates ideológicos y políticos en la sociedad vasca. Por un lado, el debate dentro del nacionalismo: ha sonado la campana, el árbitro ha gritado segundos fuera, y en el cuadrilátero quedan sólo Batasuna y PNV, cara a cara para su gran duelo.
Y por otro debiera empezar el debate de la defensa del pluralismo frente al soberanismo. Un debate que siempre ha estado camuflado por los movimientos hacia la moderación y el pragmatismo, o alejándose de ellos, del PNV. El mismo hecho de que ahora dentro del nacionalismo la confrontación va a ser clara traerá consigo una presión enorme sobre el PNV para que clarifique no sólo su práctica política, sino su planteamiento político de fondo.
Vienen tiempos no nuevos, pero sí interesantes. No son nuevos porque todos los ingredientes de los debates están presentes en la sociedad vasca desde hace muchos años. Lo único nuevo pudiera ser que Batasuna rompiera con claridad con ETA condenando su historia de terror y que además ETA desapareciera. Hoy por hoy no ha sucedido ni lo uno ni lo otro, por lo que no se pueden cerrar estas líneas sin un recuerdo de todos aquellos que fueron asesinados por ETA, que desde luego no ha podido participar en estas elecciones, y a cuyos familiares, a muchos de ellos al menos, les resulta difícil de entender la presencia de Bildu en estas condiciones.
Joseba Arregi, EL DIARIO VASCO, 23/5/2011