EL CORREO 11/03/13
MAITE PAGAZAURTUNDÚA
Uno de los golpes que el poder bolchevique ejerció contra la Iglesia ortodoxa rusa fue el de abrir los sepulcros de los ‘santos medievales’ con objeto de analizarlos científicamente», según refiere Martín Amis en su libro ‘Koba el Temible’. Los bolcheviques aspiraban al control de los cuerpos y de las almas del vasto imperio, y en el terreno ideológico y espiritual entraban en competencia clara con la Iglesia ortodoxa rusa. Dicho y hecho, el Ministerio de Justicia consideró que el culto de los muertos y de los santos medievales, supuestamente incorruptos, debía terminar y vaya si terminó.
Poco tiempo después, en enero de 1924, el aparato soviético superó, sin embargo, de forma antes inimaginable el culto a la personalidad de los santos. Lenin murió y se creó una Comisión de la Inmortalidad que importó una potente máquina de frío y que trabajó durante meses para evitar la aparición de moho en la nariz y en los dedos de Lenin, según señala Martín Amis. La máquina, alemana.
A Lenin le gustaban más los alemanes que los rusos, pero en este caso no tuvo nada que ver, claro. La misma ciencia que ejerció contra los santos idolatrados por los feligreses de aquellas tierras declaró incorruptible a Lenin y lo demás ya lo conocen todos ustedes, se le expuso en una urna y la URSS y los países satélites –éstos ya tras la segunda Guerra Mundial– se llenaron de sus estatuas y efigies. Stalin practicó el culto a la personalidad en vida, cosa, como sin duda suponen, más complicada, porque el camarada Stalin terminó por convertir su país en un gigantesco potro de torturas.
El caso de Chávez contiene rasgos del culto a la personalidad en vida, durante la enfermedad y ya muerto, pero a la caribeña, esto es, de forma perfectamente multicolor. En pleno año 2013, el vicepresidente Maduro anunció que el cadáver del dirigente venezolano Chávez recién fallecido será momificado y expuesto en el Museo Histórico Militar, donde se acuarteló durante el golpe militar que dirigió en el año 1992. La noticia es tan estupefaciente como el chándal de su fiel sucesor, pero el trabajo propagandístico alcanza el deseo de cambiar, adaptar o realizar fraude sobre cuantas leyes sea preciso para que finalmente se le sitúe en el Panteón Nacional con el héroe de la independencia Simón Bolívar.
Los vascos. Hoy. El lehendakari Urkullu es un puro arquetipo de la discreción. Cabe preguntarse cómo les sentarán las emociones venezolanas al diputado general de Gipuzkoa y a sus conmilitones, los mismos que, por cierto, imprimen la imagen de Arnaldo Otegi en carteles cada vez más grandes, más fastuosos y más caros. Y eso sin haber viajado todavía. Tiembla Sukarrieta.