José Alejandro Vara-Vozpópuli
 

¿Quién dirige el Ala Oeste? ¿Por qué no fue Albares a la gira africana? ¿Dónde narices está Bolaños? Moncloa es un loquero y Ferraz un quilombo. El trío de la Mareta acuerda el rumbo y guarda silencio

Albares tiene coartada. No acompañó a Sánchez en la gira africana. Por allí anduvieron, perdidos y opacos, los ministros Cuerpo Delgado (Saiz), titulares de Economía y Migraciones, respectivamente. El titular de Exteriores ocupó su tiempo en deambular por los medios para defender a Begoña. No se puede estar en todo. «Es objeto de una campaña de acoso y derribo, bla, bla, bla…», canturreaba ante los micros. En un despiste, se le escapó la gran verdad de todo el embrollo. «No estaría en esta situación si no fuera la mujer de quien es». Una gran verdad amén de toda una acusación, un señalamiento, casi una imputación. La vida profesional de Begoña era tan pedestre y anodina como la de Irene Montero hasta que su marido llegó a la Moncloa. Allí cambió todo. Másteres, viajes, acuerdos, negocios…África, Dominicana, San Petersburgo. Se convirtió en la emprendedora del siglo, según sus apologetas. Ahora es carne de banquillo. Está imputada.

Racismo, xenofobia, inhumanos, escoria

Es el problema de Moncloa, que nadie está a lo que debe estar y las cosas no funcionan. La travesía por el África subsahariana del presidente, que iba a significar un apoteósica rentrée tras sus discretas vacaciones, no ha salido bien. Su inesperado volantazo sobre la ardiente inmigración dejó a medio Gobierno con las vergüenzas (caso de que) al aire. El ridículo mayor corrió a cargo de Isabel Rodríguez, antes portavoz y ahora en Vivienda, quien, con furia desmedida, recitó las más furibundas acusaciones contra el PP. «Bajeza moral, busca una revuelta social, extrema inhumanidad, utiliza el dolor de las personas, extrema derecha, odio, racismo, xenofobia», y otras menudencias. El coro de cacatúas sincronizadas reprochaban la ‘inhumanidad’ y el ‘fanatismo ultraderechista’ de la oposición.

Todo porque Feijóo había reprochado a Sánchez el inevitable ‘efecto llamada’ de su oferta de acoger a 250.000 inmigrantes de Mauritania y porque Miguel Tellado había recordado en esRadio que Alemania e Italia anuncian ‘deportaciones masivas’. Ahí surgieron los gritos del progreso, ‘esos que van ladrando los gritos del rencor por las esquinas’, como dijo Aznar de los peregrinos de Nunca mais. Y ahí se quedaron congelados cuando Sánchez maniobró en seco y recordó en Senegal que ‘es imprescindible el retorno de quien ha llegado irregularmente», hay que devolverlos a su lugar de origen como un mensaje desincentivador, nítido y contundente. Exactamente lo que dijo el PP. Y casi lo que predica Vox. En fin, esas ‘recetas de extrema derecha’ que le reprochó Yolanda Díaz. O esa ‘xenofobia progre’ que le espetaba el ministro Urtasun.

Visto el panorama, Sánchez ha adelantado a noviembre el Congreso Federal del PSOE para rebanar unas cuantas cabezas. Atentos que el caudillo va a proceder a una bestial degollina de barones tibios, escépticos o levemente críticos

Algo no se ha hecho bien en asunto tan sensible. Todos miran a Albares, y no porque haya regresado del estío con la cintura hipertrofiada, o porque no acompañara a Pedro el Africano, sino porque es el responsable de los recientes desastres. La arremetida contra Israel (o sea, pro Hamás), la ruptura con Argentina, la ambigüedad hipócrita con Maduro, el respaldo culpable a las andanzas caraqueñas de Zapatero. Un rosario de serios tropiezos. La mitad de los ministros que salieron a sacudirle al líder de la oposición con la murga de los emigrantes ha tenido que tragarse sus injurias. Alegría, Marlaska, Puente, mascan ahora una ira sorda. Eh, ¿hay alguien ahí? ¿Alguien en el puente de mando? ¿Alguien puede transmitir instrucciones?

No sólo es la inmigración. Algo similar ocurre con el concierto catalán, ese acuerdo para colocar a Illa en la poltrona de la Generalitat que se le atasca en la glotis a todo socialista con un rescoldo de dignidad. Así, la viceuno Montero, que pasó del no-concierto al sí-concierto y luego ya veremos, según soplaba el viento. Borrell la puso en su sitio y el PP la llevará al Senado. ¿Quién es el guapo que explica que el cupo catalán no entraña privilegios para los separatistas y menos fondos para el resto de los españoles, legales y cumplidores?

Los estrategas de Moncloa dictan que hay que hablar de ‘financiación singular‘ y evitar el término ‘concierto’ porque a unos enerva y a otros entusiasma. Al PNV le molesta, a ERC no le agrada porque no figura en el acuerdo, al PP le viene de dulce y a la fiel infantería socialista se le atraganta y hasta la escupe. No solo Page y Lambán, los disidentes clásicos, tampoco Lobato en Madrid, Gallardo en Extremadura o Lambán no se callan. Nadie les consulta, nadie les informa, todo es un trágala. Están a oscuras y de morros. Huelen ya la debacle en las urnas del 27. «Cuando la noche borra los caminos, los hombres esperan emboscados a sus hermanos y los acuchillan y roban. Malas son las tinieblas para manejarse sin sustos», advertía aquél ángel que dibujó don Wenceslao FF. Visto el panorama, Sánchez ha adelantado a noviembre el Congreso Federal del PSOE para rebanar unas cuantas cabezas. Atentos que el caudillo va a proceder a una bestial degollina.

En la banda del progreso todo son maldiciones y aspavientos. Están en babia, como cuando los cinco días de retiro del gran narciso enamorado. Nadie sabe nada salvo el trío de Lanzarote

¿Qué pasa con Bolaños, el omnipotente fontanero del Ala Oeste? ¿Dónde se mete? Se hizo un selfie con su peluquero, se paseó por París cuando los Juegos, compareció junto a Puente en Almería (jamás debió hacerlo) y volvió a diluirse en su laberinto de simulaciones. Está enredado en los juegos de sillas de los jueces. Suya es la responsabilidad de poner a Pilar Teso al frente del CGPJ, de enjaretar a Ana Ferrer como sustituta de Manuel Marchena en la Sala de los Penal del Supremo. Es decir, de ultimar la voladura de los últimos soportes de nuestro Estado de derecho.

En la banda del progreso todos son maldiciones y aspavientos. Están en babia, como cuando los cinco días de retiro del gran narciso enamorado. Nadie sabe nada salvo el trío de Lanzarote. Todo se cocina en ese vértice de la pirámide del sanchismo. Salvador Illa, Rodríguez Zapatero y el presidente organizan estrategias, diseñan objetivos y trazan los nuevos azimuts. No comunican, apenas transmiten, es una cúpula hermética, desconfiada, recelosa. El limpiabotas de Maduro es el más lenguaraz, por eso lo tienen calladito. Está silente e invisible.

Ábalos, lo que faltaba

Moncloa es un loquero. Ferraz un cotolengo. El partido un disparate descontrolado, casi como este Madrid de arranque liguero, y en el Gobierno todos se ocultan para que no les pregunten. La estruendosa reaparición de Ábalos le ha puesto de los nervios. Lo que faltaba. Este Puente es un boludo, ¿a qué viene ahora esa auditoría?, maldicen con unánime cabreo. El guardián de todos los secretos, el número dos que fue del partido y del Ejecutivo, el más peligroso de la vieja guardia de la secta, no solo amenaza con negarle su voto en el Congreso -que resulta clave para las mayorías- sino que ya ha señalado a Illa y a Marlaska por sus compras de mascarillas. Pide una auditoria sobre los amigos de Puente y el juez de Koldo le abre paso hacia el Supremo. «Me han dejado caer».

Salvar a Begoña y al hermanísimo es ahora la única preocupación del tremendo narciso. El 30 de septiembre, con la decisión de la Audiencia de Madrid sobre el caso de la señora, quedará señalado el rumbo de los nuevos tiempos. Quizás más crueles. Quizás con sorpresas.