Antonio Casado-El Confidencial
- No parece que la mejor forma de responder a todo eso sea usar la brocha gorda contra PP, al que se acusa de «chantajear las instituciones». O contra su líder, Núñez Feijóo, descrito por Montero como un imitador de Trump
La cumbre motivante que ayer reunió en Ferraz a la Ejecutiva del PSOE con dieciséis de los diecisiete ministros de su cuerda (ausente Teresa Ribera y no todos militantes) apenas se quedó en una risueña foto de familia. Incluso perdimos la oportunidad de especular sobre la inevitable remodelación del Gobierno, como consecuencia de la partida de las ministras Darias (Sanidad) y Maroto (Industria), candidatas a las alcaldías Las Palmas y Madrid, respectivamente. «No hay ninguna prisa en su relevo», me dice uno de los ministros asistentes.
Lo demás, en boca de la vicesecretaria general y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que atendió a los periodistas al finalizar el evento, fue un anticipo del cantable que Ferraz y Moncloa quieren compartir frente a la hostilidad de las encuestas en vísperas de las elecciones territoriales del 28 de mayo, precursoras de las generales.
Todos dispuestos a reventar un entretenimiento de estadísticos creativos. El que anuncia la victoria del partido que encabeza las encuestas en enero del mismo año (solo una excepción, las del domingo de urnas tras el jueves de sangre de 2004). Constituido el equipo de campaña, coordinado por Santos Cerdán, secretario de Organización, la estrategia orientada a cancelar la mencionada superstición demoscópica se apunta en el avance de la ministra Montero. Y la portavoz del partido, Pilar Alegría, convencida de que los sondeos claudicarán ante las medidas de un Gobierno entregado a «mejorar la vida de la gente».
Pero ni media palabra sobre los nubarrones que planean sobre la causa electoral del PSOE. Uno, el bajo nivel de fidelidad de voto respecto a las elecciones generales de 2019 (aproximadamente un 35% de sus votantes se muestran indecisos o dicen claramente que votaran a otros partidos). Otro, el impacto negativo de la reciente crisis institucional (choque de poderes con epicentro en la Moncloa). Y un tercero, la extendida sensación de que Sánchez se ha excedido poniendo el BOE al servicio del independentismo catalán.
«Aproximadamente un 35% de sus votantes se muestran indecisos o dicen claramente que votaran a otros partidos»
No parece que la mejor forma de responder a todo eso sea usar la brocha gorda contra PP, al que se acusa de «chantajear las instituciones». O contra su líder, Núñez Feijóo, descrito por Montero como un imitador de Trump y Bolsonaro. Las propuestas antiaborto del ultraderechista García Gallardo, número dos de Mañueco, han sido rechazadas por el portavoz electoral del PP, Borja Sémper («absoluto respeto a la voluntad de la mujer»). Sin embargo, ha sido una excusa más de Ferraz-Moncloa para seguir empujando a Feijóo hacia la ultraderecha y negarle su proclamada vocación de centralidad.
Si Feijóo ha de convivir con aliados incómodos, como el caso del vicepresidente de Castilla y León, de los que prefiere no hablar, lo mismo le ocurre a Sánchez con Oriol Junqueras, que se va a echar a la calle dentro de unos días en defensa de la república independiente de Cataluña sin que su partido, ERC, deje de formar parte de la ecuación de poder que mantiene a Sánchez en la Moncloa. A ver cómo se lo explica a Macron en la cumbre hispanofrancesa del día 19 en Barcelona.
Eso explica que el discurso del PSOE en este año electoral se haga olvidadizo respecto a los favores a los independentistas. Mejor que no se hable de indultos, sedición y malversación, aunque el juez Llarena se lo ha empezado a poner difícil. Y junto a esta sobredosis de amnesia, dos componentes más en la guerra a las encuestas. Uno, escudo social diseñado con aportaciones de «los que más tienen» en una economía española que resiste con ventaja la comparación con países de nuestro entorno. Y otro, el cultivo de la imagen internacional de Sánchez (cumbre hispano-francesa, cumbre hispano-marroquí, presidencia de la I.S., semestre europeo de España, etc.).