Hay ocasiones en las que gusta vestir los colores de la camiseta. Incluso en medio de esta heroica pena bombardeada de la campaña catalana, por decirlo con palabras de Alberti. Tengo como uno de mis héroes civiles a Jeremy Paxman, el periodista de la BBC que preguntó 14 veces al ministro Michael Howard por su gestión en la cárcel de la isla de Wight, interrumpiendo machaconamente las salidas tangenciales del ministro conservador: “señor ministro, no ha respondido a mi pregunta”. Así hasta trece veces.
Paxman, ya jubilado, me viene a la columna de vez en cuando, sobre todo cuando un (una) gobernante elude responder a una pregunta. Sucedió en ‘La Hora de la Uno’, programa que conduce con vara de pavero la meteoróloga López. La estrella invitada era Irene Montero y el periodista, Joaquín Manso. Y Manso, que de tal no tenía nada, preguntó: “¿Qué le parece a la ministra de Igualdad que un ciudadano varón acceda desde una posición de poder a la intimidad más reservada de una subordinada, después le oculte estas circunstancias durante varios meses, y por último argumente que si lo hizo fue para protegerla porque quizás ella no podría soportar la presión?”.
No se podía formular la cuestión de manera más precisa: no faltaba ni sobraba una palabra y todas las que empleó eran de una exactitud inatacable. Ella respondió lo que acostumbra, a la manera de su novio, incorporando su particular toque de estilo: engatilla las mentiras y las frases hechas en bucle. Recuerden la comparecencia en la que explicó lo del chaletón hace dos años. Los periodistas le recordaban lo que ella misma había dicho de la compra de un ático por De Guindos. Y ella respondía otra cosa: “Si me pregunta si creo que la economía debe estar en manos de la gente y no de los mayordomos de los poderosos, le diré que sí, que lo pensaba ayer y lo pienso hoy”.
Evidentemente no le habían preguntado eso, pero en cada punto y coma volvía a los mayordomos de los poderosos (cuatro veces) y dos veces más a la idea de que las viviendas eran “para vivir y no para especular”. Una periodista preguntó por qué creía que De Guindos compraba casas para especular y ellos para vivir. “Yo no he dicho tal cosa”, dijo mientras agarraba la carpeta y tomaba el olivo.
Esta chica es la última en el ranking de valoración de los 23 componentes del Gobierno Sánchez. Su novio es el penúltimo. Los dos están por detrás de Garzón, Illa, Ábalos, Calvo, Celaá, Marlasca y ¡el astronauta!
Lamentaba un visitante de mi blog que Manso no repitiera su pregunta trece veces, como Paxman, pero se equivocaba: La televisión de Sánchez no es la BBC ni la Isóbara le habría permitido repreguntar.
La marquesa mintió al decir que no había caso Dina, sino cloacas del Estado, que “Pablo es una víctima de una mafia criminal, política y mediática que quiere subvertir la democracia”. ‘Subvertir’ dicen los promotores de la ‘alarma antifascista’ contra el voto de los andaluces, contra la representación del Parlamento con ‘Rodea el Congreso’. La mentira la llevaba impresa en la cara al responder que “yo respeto mucho la línea editorial de su periódico” y acto seguido acusar a Urreiztieta de ser cómplice de Villarejo y poner a su gentuza, Monedero, Echeminga y otros etcéteras, a perseguir a Joaquín Manso por las redes.
No van a ganar. Sus enemigos tienen más capacidad intelectual, más memoria, más decencia y están acostumbrados a ser libres. ¿Montero contra Manso? Han perdido hasta el sentido del ridículo.