Antonio Casado-El Confidencial
- Guante blanco de Sánchez en el comité federal del PSOE sobre el infantilismo instalado en una parte de su Gobierno
Guante blanco de Sánchez sobre el infantilismo instalado en una parte de su Gobierno. Solo medias palabras ante el comité federal del PSOE sobre quienes quieren usar los altavoces del Día de la Mujer para acusarle de contribuir a la escalada bélica.
Dos de sus ministras, Irene Montero y Ione Belarra, llevarán a este 8-M el ‘no a la guerra’ y el reproche a países que rearman el brazo de los ucranianos. España, entre otros, según la arenga de estos dos genios sin diagnosticar (¿genias?, ¿genies?). La que manda en Podemos, Belarra, la nueva telonera de Iglesias, acaba de calificar al PSOE como “partido de la guerra”. Toma nísperos, que diría el maestro Campmany.
Más motivos de insomnio para un presidente del Gobierno que se desvela gritando “¡No hay socialismo sin feminismo!”. Pero sin mirar a la cara de sus feministas más cercanas cuando alecciona sobre la necesidad de distinguir entre agresor y agredido, pues “la agresión salvaje partió de Putin”, dice, no de las ametralladoras que enviamos a los agredidos.
Las ministras de Podemos llevarán a este 8-M el ‘no a la guerra’ y a los países que, como España, ayudan militarmente a Ucrania
A la división de un Consejo de Ministros habituado a galopar contradicciones en una coalición políticamente tóxica, se une ahora la fractura en el movimiento feminista, cuyos colectivos más activos se declaran objetores de la línea marcada por Montero desde el Ministerio de Igualdad.
La acusan de utilizar la guerra de Putin para ocultar que por su culpa (la de Montero, no la de Putin, que ya tiene bastante con lo suyo), el feminismo se ha partido en dos (y dos serán las marchas de mañana) por discrepancias en asuntos que afectan directamente a la causa de la mujer, como las normativas sobre prostitución, libertad sexual (el ‘sí es sí’), la llamada ley trans o el propio hecho de que el feminismo de Montero y Belarra quiera centrar este 8-M en el ‘no a la guerra’.
Ahí chocan con la línea oficial del Gobierno, bien explicada por Sánchez ante las élites del PSOE: condena de la agresión, solidaridad con el pueblo ucraniano y defensa de valores europeos amenazados por Putin.
A esa doctrina se adhiere la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, militante del Partido Comunista de España, cada vez más distanciada de Podemos y de quien la apadrinó como futura canalizadora de voluntades a la izquierda del PSOE. Léase Iglesias Turrión, otro genio de la política para párvulos.
A la división de un Gobierno habituado a galopar contradicciones se une ahora la fractura en el movimiento feminista
“Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen” (Julio Anguita, abril de 2003). Así que el ‘no a la guerra’ solo será creíble si se manifiesta en un rotundo no a quien la hace. Ese ‘quien’ está perfectamente identificado. No podemos concederle el beneficio de una pancarta que pregona el no a la guerra como quien pregona el no al dolor de muelas.
Montero y Belarra quieren convertir esa pancarta en tapadera del feminismo agrietado. Peor aún, en burladero de gobernantes indolentes que se divorcian de la realidad y faltan a su deber. En este sentido, perfectamente alineado con la respuesta unitaria de la UE, Sánchez estuvo impecable ayer: “Contra una agresión imperialista, da igual el imperio que la cometa”.
Una parte de su Gobierno —minoritaria, cierto— no lo ha entendido. Es la que declara su aversión a la OTAN. Y eso les coloca en el bando del agresor. Pero resulta que, ante el conflicto existencial entre “la libertad y la esclavitud” (Zelenski), entre “democracia y autoritarismo” (Sánchez), esa alianza militar es el único arropamiento defensivo posible de los pueblos amenazados por el tirano en la parte oriental de Europa.
¿Es tan difícil de entender?