De la escasa participación en las consultas independentistas deducimos la gran separación existente entre el poder y los ciudadanos. Aunque irrelevante jurídicamente, la importancia política que tiene este tipo de iniciativas no debería caer en saco roto. A Montilla le han metido un gol mientras se lanzaba al otro lado. Y el juego no ha terminado.
Que los alcaldes socialistas vascos reconozcan que ellos no facilitarían consultas independentistas como las celebradas el pasado fin de semana en Cataluña, lejos de suponer una cuestión baladí, despeja algunas dudas. José Antonio Pastor puso ayer el acento en una cuestión que liberaba a los socialistas vascos de una inoportuna comparación entre Euskadi y Cataluña. Porque, en cuanto se conoció la celebración de las 166 consultas en los correspondientes municipios catalanes y se observó la actitud pasiva del presidente de la Generalitat, José Montilla, buena parte de la opinión pública se preguntaba si los compañeros socialistas del ‘Honorable’, en otras comunidades, mirarían también para otro lado.
La duda existía y tenía sus bases; pero con carácter retroactivo. No hace mucho tiempo, antes de las elecciones vascas se oía a los socialistas vascos tener a gala su identificación con la política catalana de Montilla, en acciones y elección de socios de gobierno. Eran otros tiempos, desde luego. Cuando los compañeros de Patxi López soñaban con otra configuración de gobierno. Pero la realidad de los pactos colocó al PP en el espacio donde muchos habían imaginado a EA, como ERC, o a EB como la izquierda catalana. Pero con este nuevo gobierno resultaba muy difícil imaginar a Patxi López, apoyado por el PP, mirando para otro lado, en plan Montilla, en el caso de que se hubiesen celebrado consultas populares.
Como también resulta difícil imaginar que ahora se celebren consultas parecidas porque los nacionalistas vascos son más hábiles que sus homólogos catalanes. Tuvieron tentaciones de llamar al voto sobre la reforma del Estatuto en batzokis, y sedes recreativas y la izquierda abertzale llegó a barruntar esa posibilidad. Pero el PNV, después de haber aparcado la condición expuesta por Josu Jon Imaz (únicamente se podía celebrar un referéndum en ausencia de violencia) terminó por reconocer que no iba a iniciar un juego que probablemente perdería. Y lo había dicho Atutxa en el fragor del debate: «un referéndum ( o consulta) sólo se convoca para ganar».
Pues claro. Eso es lo que no midieron los independentistas catalanes que ahora se encuentran con unos resultados bastante irrisorios. Con el 30% de ciudadanos que respondieron, a pesar de las facilidades que dieron para ‘tunear’ el censo. De la escasa participación sólo se puede extraer la conclusión de la gran separación existente entre el poder y los ciudadanos. De la irrelevancia jurídica nadie tiene dudas. Pero la importancia política que tiene este tipo de iniciativas no debería caer en saco roto. Habrá más consultas. Son empujones al Tribunal Constitucional para que despierte y dé a conocer la sentencia del Estatuto recurrido.
Montilla dijo, al prometer su cargo, que cumpliría la ley y la haría cumplir. No lo ha hecho. Y lo sabe porque la Constitución sólo permite que sea el Rey quien convoque los referéndums, mediante proposición del presidente del gobierno, previamente autorizada por el Congreso de los Diputados. Montilla debería dar la importancia política que el caso requiere. Le han metido un gol mientras se lanzaba al otro lado de la portería. ¿O es que ha habido ‘tongo’ en el partido? Habrá más. El juego no ha terminado.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 16/12/2009