- Oiga, Montoro será lo que sea, pero tenía gracia. Ni eso le van a conceder los millones de enemigos que de repente se atreven con él, cuando ya no maneja a la Bestia. Pero la verdad es la verdad. Lo describí como un ser brutal e irracional que se cernía sobre una España desprotegida llevándoselo todo por delante
Hasta él se vanagloriaba de adelantar a socialistas y comunistas por la izquierda. Dudosa gloria, por cierto. Y vaya si lo hizo. Montoro nos clavó unos impuestos confiscatorios, nos amargó la vida, y lanzó sobre aquellos que estábamos en la política o en los medios una inmensa amenaza velada. De algún modo logró que todos entendieran lo que había: el ministro de Hacienda está dispuesto a azuzar al Leviatán contra ti. Los impuestos te pueden matar cuando el acoso y el robo que por naturaleza suponen supera unos ciertos límites. Después está el encarnizamiento, que solo el afectado percibe por evidente que sea. Es posible que los conocidos no te crean cuando lo denuncias por una especie de envidia retorcida: ¿por qué iban a encarnizarse con él cuando yo soy mas crítico con el poder, o yo soy más rico, o yo he insultado personalmente a Montoro, o yo resultaría más ejemplar? Es un tipo de reacción difícil de imaginar para quienes no estén familiarizado con los procesos de Moscú. Solo que en el sórdido tema que nos ocupa, las ganas de que te ejecuten duran menos de un segundo y responden, como decía, a la envidia, que es el motor de tantas cosas. De la ideología izquierdista, para empezar. De vidas desgraciadas, para continuar. Y de los estudios sobre igualdad para terminar.
Un día le llamé «Leviatán» a Montoro. A la cara. Él estaba a unos dos metros de mí, la distancia que separaba su escaño azul de mi escaño de portavoz traicionado en una pacto de investidura cuyas principales cláusulas jamás cumplió Rajoy. Oiga, Montoro será lo que sea, pero tenía gracia. Ni eso le van a conceder los millones de enemigos que de repente se atreven con él, cuando ya no maneja a la Bestia. Pero la verdad es la verdad. Lo describí como un ser brutal e irracional que se cernía sobre una España desprotegida llevándoselo todo por delante. Su reacción fue entre desconcertante y digna de aplauso: me miró sonriente y, mediante breves pero expresivos gestos y ademanes, vino a expresar un modesto pudor elegante, como si le estuviera alabando en exceso. Ahora nadie conoce a Montoro, pero uno detesta los linchamientos; prefiero aportar otra cara del presunto.
El PP quiso vivir en minoría exactamente igual que había vivido durante su mayoría absoluta de 2011, la más inútil ventaja, la más estéril superioridad, el más vano poderío que ha visto la democracia española. Qué país. Nuestro sistema ha visto excesos atroces de gobiernos en minoría (el actual pasará a los anales, voz que no significa lo que los cuatro del Peugeot se imaginan). Pero tener toda la autoridad necesaria para proceder a las reformas que has reputado indispensables… y quedarte haciendo la siesta sin alterar el demoníaco legado zapaterino no tiene perdón de Dios. Si el PSOE es un enano que abusa y arrasa, el PP fue un gigante perezoso y roncador. Salvo por Montoro, que se envició con el arma tributaria. Pum, pum.