La mayoría zurda en el Congreso cometerá esta semana una felonía de lesa patria aprobando la ley de amnistía, invento para que el monclovita continúe en su poltrona. Sabe el interfecto que son muchos los frentes que tiene delante, tanto en España como en el exterior, y pretende evitar al precio que sea su caída, que será tan estrepitosa como merecida. Las europeas van a ser medidas por todos como una primera vuelta de esas generales que deberá convocar más pronto que tarde, porque no puede gobernar debido a los múltiples pactos que mantiene con esa confederación de errores históricos que le apoya.
Fuera de ese circo de los horrores, Sánchez está cada vez más solo. Este domingo, en el multitudinario acto convocado por el PP, que contrastó en su nutridísima asistencia con la migrada y escuálida reunión de sanchistas convocada por Sánchez, lo ha dicho alguien del prestigio de Fernando Savater: “Es el momento de demostrar en las elecciones europeas cual es la fuerza mayoritaria de éste país, que es muy distinta a la que él nos quiere vender”.
Sabe el interfecto que son muchos los frentes que tiene delante, tanto en España como en el exterior, y pretende evitar al precio que sea su caída, que será tan estrepitosa como merecida
Tiene razón el filósofo. Y razón llevaba el líder del PP Núñez Feijoó cuando dijo “La legislatura está perdida, este gobierno es incapaz de aprobar ninguna ley y tiene al país parado. Disuelva las Cortes, convoque elecciones y vayamos a votar con la verdad, la libertad y la democracia por delante”. Más grave es que cada día que Sánchez sigue, el crédito de España cae sin remedio. Las enormidades dichas por los podemitas sobre Palestina, secundadas por Albares, no tienen parangón en nuestra historia ni en la europea. Producen vergüenza ajena porque no tienen otra base que el antisemitismo, fenómeno que creíamos reducido a pequeños círculos neonazis. ¿Argumentum ad ignorantiam?, se preguntarán. Para nada. Cuando Yolanda Díaz secunda el lema de Hamas “Desde el río hasta el mar” sabe muy bien de qué está hablando y el gobierno no la cesa sino que la jalea.
Todo se sustenta en el ego de una persona, capaz de las mayores barbaridades con tal de perpetuarse sine die en el cargo. Si ha de decir que su mujer es una institución del estado, lo dice; si pasa del Rey y lo menosprecia con malos modos y poses chulescas, lo hace; si se inmiscuye en la justicia, se inmiscuye; si ha de presionar a la Espantosa para que se contrate a Broncano, ahí está el teléfono; si ha de tapar las vergüenzas de los Ábalos, Koldos, titos Bernis y demás enfangando al hermano de Ayuso o a la esposa de Feijoó, lo hace; si amenaza a periodistas es porque solo sabe hacer esto. Y si le pillan en un renuncio dice que ha cambiado de opinión y santas pascuas. Es la política del cacique, del que cree que el mundo es suyo. Añadiremos que eso es propio del que no sabe gobernar.
El Figura ha dejado a su partido en los huesos, listo para la autopsia y, al paso que vamos, hará lo propio con España. Porque nunca tendrá bastante
No pudo convencer ni a los suyos, teniendo que servirse de la cortina y la urna, recuerden. Hasta Felipe González ha salido a decirle que ya está bien, después de que lo hicieran Leguina, Nicolás Redondo Terreros, Virgilio Zapatero, Alfonso Guerra y muchos otros socialistas que han formado parte de un PSOE que ahora ya no se reconoce a sí mismo. Tengo por seguro que Willy Brandt no apadrinaría a Sánchez como sí hizo, en cambio, con Felipe. El Figura ha dejado a su partido en los huesos, listo para la autopsia y, al paso que vamos, hará lo propio con España. Porque nunca tendrá bastante. Es menester, pues, una movilización sin precedentes en estos comicios europeos. Voten PP, voten VOX, voten Ciudadanos, voten cualquier otra opción que esté por la razón, la igualdad, la Constitución y la sensatez. Que no quiera levantar muros entre españoles, sino derribarlos, y que no crea que hay españoles de primera y de segunda según dónde hayan nacido o el color de su voto. Hagamos el ejercicio que proponía el gran poeta Virgilio cuando dijo que pueden los que creen que pueden. Y, aunque parezca una ironía, nosotros podemos. Pero hemos de creérnoslo.