Alberto Ayala-El Correo

Aunque el presidente nos dejó meridianamente claro hace unos días que la legislatura no se terminaría aunque el Congreso le tumbe los Presupuestos para 2026, algo más que probable, los partidos han empezado a moverse con la mirada puesta en las urnas. ¿Desencadenante último? Las últimas encuestas, que siguen situando al PP en cabeza –salvo la del CIS publicada ayer– pero con su peor intención de voto desde los últimos comicios. ¿Culpable? Una ultraderecha disparada. El PSOE, mientras, sigue segundo, pero apenas recupera unas décimas.

Total que, ¿recuerdan a aquel Feijóo que llegó a Madrid prometiendo que lo suyo era el centro político, afirmando que él no venía para insultar ni para crispar? Pues donde dijo digo hoy dice Diego. Feijóo y su núcleo duro se dan estos días un buen baño de ‘ayusismo’. Ausentándose del acto de apertura del Año Judicial por la no dimisión del fiscal general. Colgando en redes un vídeo suyo cantando en un pub de A Coruña ‘Mi limón, mi limonero’ con un título que rezaba ‘me gusta la fruta’, en clara referencia a la ‘gracieta’ de Ayuso tras llamar hijo de puta a Sánchez en la tribuna del Congreso. Permitiendo a su ‘número dos’ nuevas muestras de su ‘finezza’ cavernaria. Y negándose a llamar genocidio al genocidio que está perpetrando Netanyahu en Gaza.

El Gobierno progresista tampoco está quieto. El PSOE tiene que intentar recuperar a cientos de miles de votantes que hoy no les votarían. Nada extraño vistos los repugnantes escándalos de corrupción en los que se hallan implicados los dos últimos secretarios de Organización del partido. Motivo más que suficiente en Europa para que Sánchez se hubiera ido a casa, cediendo el liderazgo socialista a otro compañero o convocando elecciones.

Y luego está el sospechoso cerco judicial que se cierne contra el fiscal general, la esposa de Sánchez o su hermano. Sospechoso porque resulta algo más que estrafalaria la instrucción del juez Peinado –varias veces rectificado por sus superiores– contra Begoña Gómez. O la del juez Hurtado –el mismo que en su día torpedeó el interrogatorio al expresidente Rajoy– y que, como se esperaba, acaba de decretar juicio oral contra el fiscal Álvaro García por el caso del novio de la señora Ayuso.

Lo ‘curioso’ es que el juez no ha aportado pruebas contra el fiscal jefe –habla de indicios sólidos– y ha desdeñado el testimonio de varios periodistas que aseguran que García Ortiz no fue quien les destapó las mentiras del clan Ayuso, sin proceder tampoco contra ellos por falso testimonio. En semejantes circunstancias uno no puede por menos que recordar cómo Ignacio Cosidó, cuando era portavoz del PP en el Senado, se vanaglorió ante sus compañeros de escaño de que tenían controlada la Sala Segunda del Supremo «por la puerta de atrás».

Entretanto, Sánchez sigue liderando en Europa el rechazo a Netanyahu. Y ha vuelto a llevar al Congreso, junto a Sumar, propuestas de corte progresista como la reducción de la semana laboral de 40 a 37,5 horas –o doce días más de vacaciones al año– pese a ser consciente de que las derechas (PP, Vox, Junts y UPN) las iban a tumbar, como así ha sido. Ninguna sorpresa en el caso de un PP que lleva años votando contra cualquier medida de avance social, se llame reforma laboral, subida de las pensiones según el IPC o del SMI. Todo con la esperanza de recuperar voto hoy perdido y evitar un auténtico batacazo en las urnas, cuando toque.