Mozárabes

JON JUARISTI – ABC – 24/07/16

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· No está de más recordar a los mozárabes andalusíes en la Europa mozárabe.

Tras los últimos atentados, algún listillo ha vuelto a sacar el asunto de los mártires mozárabes para demostrar que en todas las religiones cuecen habas. Ya que lo de los mozárabes sale con frecuencia regular –y lo que te rondaré morena, en este país de sabihondos–, conviene recordar cómo fue aquel asunto e insistir en lo obvio. Se llamó en castellano mozárabes (del árabe mustarab, «arabizado») a los cristianos que tras la conquista islámica de España quedaron en zona musulmana, sometidos a los emires de Córdoba. Respecto a los no musulmanes, el islam establece una distinción entre las «gentes del libro» (judíos y cristianos) y los paganos a secas.

Todos son infieles pero, en la época de la expansión militar del islam, mientras se ponía a los paganos ante la alternativa de la conversión o la muerte, se permitía a cristianos y judíos conservar su religión a condición de abstenerse de hacer proselitismo y de pagar a las autoridades islámicas unos tributos por lo general bastante onerosos. Los impuestos de ese tipo, tanto en sus formas de capitación como de tasas territoriales derivadas de un pacto de protección o dhimmah, han sido habituales en los países islámicos y han supuesto un factor de presión constante para debilitar a las comunidades judías y cristianas y empujarlas a la conversión masiva. Más que una fiscalidad análoga a la feudal de los países cristianos, la dhimmah ha sido y es una forma de gangsterismo religioso.

Un siglo y pico después de la conquista, la comunidad mozárabe de Córdoba se hallaba tan desalentada ante las deserciones que se desató en ella una epidemia de martirios voluntarios. Algunos de los más piadosos salían a las calles profiriendo insultos al Profeta. Sobra decir que eran piadosamente degollados y posteriormente decapitados por verdugos musulmanes. Entre los años 850 y 860 murió de ese modo medio centenar de mozárabes, hombres y mujeres. Fueron canonizados por sus obispos, pero la Iglesia terminó por dictaminar que en la mayoría de los casos no se había tratado de martirios sino de suicidios encubiertos, al no existir una persecución religiosa declarada.

No voy a meterme en el asunto de sus problemáticas santidades, que ni entiendo ni me concierne. Lo que me parece evidente es que nada tienen que ver sus casos con los de los mártires yihadistas. Los

santos mozárabes no eran asesinos. Están más cerca de los seis bonzos que se inmolaron en Vietnam en 1963 que de los matarifes islámicos, pero también hay diferencias importantes respecto a aquéllos. Los mozárabes no se dieron muerte a sí mismos, como los bonzos budistas, ni sus supuestos martirios fueron gestos de protesta para atraer la atención de un mundo sin televisión, que ni se enteró de su existencia, sino desesperados ejemplos de entereza para fortalecer la fe de los suyos, a muchos de los cuales veían pasarse al islam buscando comodidad social y alivio económico.

Martirio o no, la rebelión de los cincuenta cristianos degollados en Córdoba entre 850 y 860 parece un innegable acto de insumisión contra la Sumisión por etimología y antonomasia, la que les ofrecían a cambio de exenciones fiscales y de no retorcerles las narices en público. Si la mayoría de sus correligionarios optó por transigir con los gángsters del emirato de Córdoba, promovido a califato como un Daesh andalusí, aquellos cincuenta se plantaron, y no estuvo del todo mal, aunque no sirviera a la larga ni para mantenerlos en los altares. Con todo, no seamos demasiado duros con los que se plegaron: los habían vencido ya y los habían machacado durante siglo y medio. No como a los europeos actuales, que tan dulcemente nos anticipamos a la derrota.

JON JUARISTI – ABC – 24/07/16