- El avión del Estado para su disfrute particular y el ocio palaciego reflejan a un presidente que confunde su rol y se cree un sultán
Sánchez está encaneciendo, con un mechón de pelo blanco en el centro del tupé que a algún malvado poco «progresista» le recordará al que lucía el revoltoso líder de los Gremlins, aquel que dejó la casa como un solar. Es normal que el pelo de tan augusta cabeza vaya blanqueando, porque peina ya 52 tacos y por el estrés que sufre para mantener el circo de tres pistas sobre el que se tambalea su poder. Lo que no sabemos es si el avance de las canas se habrá disparado o no tras el susto el miércoles en su taxi particular, modelo Falcón 900.
El reactor del Estado volaba rumbo a su paraíso palaciego de Doñana –también estatal– cuando perdió potencia y allá a la altura de Ciudad Real comenzó a descender de manera acusada. El piloto hubo de retornar presto a Torrejón. Mi Persona y su séquito acabaron tomando otra nave, en la que llegaron con éxito a Rota, para desde allí poner rumbo al palacio de 18 habitaciones y 18 baños en el parque nacional (desde la llegada de Sánchez al poder se ha invertido más de medio millón en reformas en la residencia de las Marismillas, a fin de que se sienta tan cómodo como se merece por sus providenciales servicios).
Todos hemos empalidecido alguna vez en un avión. Ayer mismo, por cortesía de la borrasca Nelson, vivimos un Coruña-Madrid de montaña rusa. Se pasa fatal, hasta el extremo de que tras esos trances hay quien se queda aerofóbico de por vida. Imaginamos por tanto bastante tensión en el Falcón. Pero por fortuna allí estaba Bego, que gracias a sus contactos amicales y lobísticos en el mundo de la aviación debe poseer ya un cierto conocimiento técnico, con el que habrá podido aportar sosiego en medio de la crisis. Por su parte, Mi Persona aplicaría el Manual de Resistencia y apretaría estoico los dientes a la espera de llegar bien a Tierra firme (título de otro de esos tochos de memorias que le endilga a una negra para que se los escriba). Tampoco cabe descartar que en algún momento del percance pasase por su egregia mente la efímera hipótesis de si no estaría siendo víctima de alguna forma de sabotaje de la «derecha y la ultraderecha», pues sabido es que la malignidad de la fachosfera no conoce límites a la hora de frenar el magno proyecto de avances sociales y plurinacionales (una conjetura que no cabe descartar que acabe un día de estos en boca de algún aguerrido tertuliano del régimen, de esos que dan color a los mítines de Xabi y Silvia en la TVE de todos… los del PSOE).
Afortunadamente, Mr. Falcon y familia reposan ya en el palacio de Doñana, con finca de 10.200 hectáreas para su muy merecido esparcimiento (si este tío llega a tener siete hijos en vez de dos, necesitaría la provincia de Huelva entera…). El pequeño incidente aéreo no ha sido recogido por la prensa más ilustre del régimen. Tal vez porque sirve para recordarnos que tenemos un presidente que sin haber ganado siquiera las elecciones se comporta con ínfulas de sultán (o más). Un gobernante que va de ecologista y practica la ecofarsa, pues toma el jet contaminante hasta para ir a comprar el pan. Un socialista al que le fascina un boato inalcanzable para la gente común. Un mandatario oscurantista, que fumándose las normas de transparencia se niega a detallar el uso que hace del avión del Estado y de las fincas de recreo que le pagamos todos (en su día llegó a colar a su pandi en sus vacaciones costeadas por nuestros impuestos). Un pillín que para utilizar el Falcon en sus mítines de partido se inventa microactos «oficiales» de diez minutos, que le permiten disfrazar el viaje como parte de la actividad presidencial.
Mi Persona retoza ya en Doñana. Si se quedase allí para siempre no creo que se le echase mucho de menos. Al fin y al cabo, ¿para qué sirve un presidente que es incapaz de lo más elemental, que es aprobar unos presupuestos? Pues para nada, solo para ir vendiendo cachitos de España a cambio de un mes más en el poder, para crujirnos a impuestos, para controlar las instituciones –y ahora también importantes multinacionales–, para trucar los datos del paro, y lo que haga falta, y para entrometerse en nuestras vidas con el Estado más intrusivo y pelmazo que hemos conocido. No se preocupe. No hace falta que vuelva.