LUIS VENTOSO – ABC – 20/08/16
· Por mucho que se enrede, la inquina de Sánchez llevará a las terceras elecciones.
EL pasado diciembre, nada más rubricar el peor resultado de la historia del PSOE, Pedro Sánchez, uno de los mayores ególatras que han desfilado por la política española, tuvo la estrafalaria idea de intentar convertirse en presidente con solo noventa escaños y tras haber perdido las elecciones. Fue una maniobra insólita en una gran democracia. Una estupidez con mañas de rabieta infantil, que lógicamente acabó fatal. En aquel momento, Rajoy toreó bien a Sánchez, con astucia, cierto recochineo y haciendo una de las cosas que mejor domina: esperar sentado.
Las elecciones de junio aclararon un poco la situación. Rajoy se quedó otra vez lejos de la mayoría absoluta –el hombre da lo que da–, pero robusteció su victoria, y los españoles castigaron al desagradable Sánchez, que logró la proeza de empeorar un resultado que ya había sido pésimo. De haber poseído unas micras de dignidad, Pedro debería haberse marchado a casa con la ambiciosa Bego ya tras su descalabro de diciembre.
Pero se atornilla a la poltrona de Ferraz, porque sabe que ese puesto está muy por encima de sus capacidades reales y porque es consciente de que fuera de la política no pasará de ser un mediocre profesor, olvidado y anónimo. Como mucho, tertuliano en emisoras de medio pelo y escritor de tribunas que nadie lee.
Tras el desnorte que supuso el zapaterismo, el PSOE es un partido enfermo, aquejado de tres males: pusilanimidad en la defensa de la unidad de España; alejamiento del centro para instalarse en un izquierdismo sectario y antipático; y una inmensa empanada mental, que lleva a la mayoría de su militancia a creer que tienen mucho más en común con los comunistas de Podemos y con los separatistas que con el otro gran partido constitucionalista, el PP.
Esa berza ideólogica y la carencia de un liderazgo alternativo de peso –Susana Díaz dispara con balas de fogueo y al final siempre se arruga– permiten que pueda amarrarse al cargo un tipo al que sus correligionarios detestan, sobre todo por su intragable pasta humana, y que está haciendo añicos al partido.
El resultado de todo lo anterior es insólito. España está trabada por un puro problema psicológico: el odio de Sánchez a Rajoy, que cobra a ratos trazas de patología (véase, por ejemplo, el tono de sus hirsutas declaraciones de ayer).
Mr. No está aplicando un esquema mental de «vendetta» tabernaria, por lo demás muy español, el famoso «me has jodido, pero ahora te vas a enterar». Lo malo es que el rehén de su rencor chuleta es la mismísima España. Mientras este tapón cegado por el odio no salte, pactos como el de ayer de Rajoy y Rivera, con sus seis mandamientos de la Señorita Pepis, son hueros juegos florales. Solo las terceras elecciones, donde el empecinado recibirá su rejón final y dará paso a gente más cabal y patriótica, atajarán el desgobierno que nos atenaza. Lo demás es enredar y perder un tiempo precioso. Urge echarlo. Es un asunto de interés nacional.
LUIS VENTOSO – ABC – 20/08/16