Esto era tradición en España. A los votantes, que previamente habían vendido el sufragio a Antonio Maura, por tres pesetas, ofrecía Romanones cambiarles las tres pesetas por un duro, con lo que pagó dos pesetas por cada voto. Esto entonces se hacía con dinero propio, por la esperanza de resarcimiento. Ahora se hace todo con dinero público que, al fin y al cabo, como decía la inmarcesible Carmen Calvo, no es de nadie.
La inflación, ya se sabe, es un caballo desbocado, muy especialmente con el tiempo transcurrido desde la Restauración. En Canarias y en Galicia votantes hubo que subastaron sus votos por uno y dos euros como precio de salida y ofrecían documentar con video todo el proceso hasta su introducción en la urna. En Melilla la cosa ha ido a más y venía cotizándose el voto a 50 euros, pero en estas elecciones la cosa se ha puesto atómica alcanzándose una cotización de 200 euros por voto.
El mosqueo, y por ende la investigación comenzó la semana pasada, ante las cifras que se daban en Melilla de voto por correo, más de 11.000 votos, casi un 20% del censo electoral, lo que venía a suponer que la tercera parte de los escaños de la Asamblea se elegían por correo y suponía siete veces más que la media española de los votos emitidos por idéntico procedimiento.
Ayer se dio un paso importante con la detención de diez ciudadanos pertenecientes a Coalición por Melilla, entre los que destacaban el diputado de la Asamblea y consejero, que es también el número 3 del partido, Mohamed Ahmed Al Lal. Otro detenido de relieve es Abdel-ilah Nourdine Ahmed, yerno del líder de Coalición por Melilla, Mustafa Aberchán. Los detenidos han sido puestos en libertad tras prestar declaración, aunque ya digo que se sigue investigando: se ha registrado un local del partido al que pertenecen y se continúa evaluando la posibilidad de que se haya intentado sobornar a funcionarios de Correos para que se hicieran los distraídos ante la captura de esos votos por correo para distribuirlas por otras oficinas de la península y ser en viadas desde allí a las mesas electorales.
Hay otro partido que podría estar implicado en la compra de votos, aunque no se han dado más datos. Llama la atención que este presunto apaño supera a las precedentes en número y precio y que venga a coincidir con la presión de Marruecos sobre las dos ciudades de soberanía española y la parálisis del Gobierno ante estas estrategias de Mohamed VI. Bueno, y las nuevas convicciones marroquíes de María Antonia Trujillo, que fue aquella ocurrente ministra de Vivienda con Zapatero.