I. MARTÍN-EL CORREO 

  • El exsecretario general de UGT murió ayer a los 95 años tras una vida ligada al socialismo, a la La Naval y a la defensa de los trabajadores

«Quiero recordar con orgullo a los miles y miles de héroes anónimos que dedicaron su vida al servicio de la ‘causa obrera’ y a los que nunca se les ha reconocido su dedicación y esfuerzo militante. A todos ellos nuestro homenaje y reconocimiento más profundo». Él fue uno de esos guerreros. Nicolás Redondo Urbieta escribía así hace un tiempo sobre su «recuerdo imborrable» en La Naval de Sestao. Ayer murió a los 95 años en Madrid, recogiendo a su desaparición las muestras de reconocimiento de unas izquierdas conmocionadas por la pérdida.

Treinta años pasó el exsecretario general de UGT en los históricos astilleros de la Margen Izquierda, una vinculación que «marcó de manera determinante mi historia personal, política y sindical», según reconocía en el citado artículo. Nacido en Barakaldo el 16 de junio de 1927 mamó desde la cuna una conciencia de clase inquebrantable. No en vano, su padre, Nicolás Redondo Blanco, trabajaba en Altos Hornos y ya era militante del PSOE y de UGT en 1915. Tras la Guerra Civil lo condenaron a muerte, pero le conmutaron la pena por 30 años de cárcel, de los que cumplió seis en El Puerto de Santa María (Cádiz). Su madre falleció a los pocos meses de nacer Nicolás.

La muerte del histórico sindicalista, padre a su vez del exlíder de los socialistas vascos Nicolás Redondo Terreros, fue anunciada por la central que él dirigió desde 1976 hasta 1994, aunque ya desde 1971 ejercía como secretario político, figura anterior al cargo de secretario general, según recordaba anoche UGT en el comunicado en el que confirmó el fallecimiento de quien describe como «una figura imprescindible del sindicalismo en España, durante la dictadura franquista, la Transición y en democracia», «clave en las conquistas de las libertades sindicales y políticas, así como en la consecución de derechos laborales y sociales de nuestro país».

Fue uno de los pilares del socialismo vasco junto a figuras como ‘Lalo’ López -padre del exlehendakari Patxi López y trabajador como él de La Naval-, Ramón Rubial, Joaquín Almunia o Txiki Benegas.

‘Niño de la guerra’

Huérfano de madre desde antes de poder recordarlo y con un padre represaliado, el propio Nicolás sufrió en carne propia los rigores de la guerra. En 1937, cuando solo contaba diez años, fue evacuado junto con otros niños vascos en el buque ‘La Habana’ y llevado a Burdeos (Francia), donde le recogió una familia minera de Herault de origen español. Reclamado por su familia al término de la Guerra Civil, en 1940 regresó a la Margen Izquierda y dos años después ingresó en la Naval en calidad de aprendiz de oficial ajustador. En la factoría de Sestao permaneció hasta 1973, cuando fue despedido por su «activismo sindical», según él mismo presumía. «Fueron treinta años de memorables experiencias de abnegación y entrega a una clase social a la que me vinculé con lazos indisolubles», recordaba ya jubilado.

En 1945 se afilió al PSOE y a UGT, y así arrancó una biografía sindical de larguísimo recorrido, que alcanzó la primera línea pública en 1976. Detenido y procesado por el régimen de Franco hasta en seis ocasiones debido a sus actividades políticas y sindicale, fue desterrado a Las Hurdes en 1967. En 1974 renunció a liderar el PSOE en el congreso de Suresnes, y dos años después, el 18 de abril de 1976, fue elegido secretario general de UGT en el 30 Congreso del sindicato socialista. Fue elegido diputado del PSOE por Vizcaya en 1977, 1979, 1982 y 1986.

En 1987 renunció a su escaño tras votar en contra de los Presupuestos Generales del Estado para 1988. Convocó junto a CC OO la huelga general del 14 de diciembre de 1988 y dos paros generales más en junio de 1992 y enero de 1994. En el 36 Congreso de la central, celebrado el 10 de abril de ese año -su hijo Nicolás lideraba entonces el PSE-EE-, dejó paso a Cándido Méndez como secretario general de UGT y se retiró de toda actividad política y sindical.

«Hombre comprometido, valiente y coherente, estuvo siempre a la altura de los retos y tiempos históricos que le tocó vivir», le despedía ayer su sindicato, una de las muchas voces que se alzaron para lamentar la pérdida de una persona que, según la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, «consagró su vida a la defensa de las personas trabajadoras, las libertades y la democracia».