Daniel Portero, LA RAZÓN, 25/8/12
Todos los españoles aún nos preguntamos de qué hablaron el ex presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero y el actual ministro de Interior en aquella reunión tan secreta hace meses. Entre otras cosas, se comentaron las 2 líneas rojas que ningún Gobierno debía traspasar si quería que la organización terrorista no volviera a matar. Yo sólo conozco una de ellas. ETA dijo al Gobierno de Zapatero que si moría un preso de ETA en las cárceles españolas moriría un español en su lugar, es decir, volvería a asesinar, a su oficio. La espada de Damocles sobre la cabeza de Zapatero fue la herencia que recibió el Gobierno de Rajoy y que tantas malas consecuencias ha generado estos últimos meses. No me extraña ahora que Ángel Yuste, secretario general de Instituciones Penitenciarias, no pueda permitirse el lujo de que ningún etarra enfermo muera en las cárceles españolas. No me sorprende que el etarra Bolinaga, carcelero de Ortega Lara, haya tenido el privilegio de acceder al tercer grado como ya lo hizo el etarra Txus Martin, porque la muerte de un etarra enfermo desencadenaría que ETA volviera a asesinar. Esta herencia envenenada de Zapatero podrá ser desmentida por Zapatero y el actual ministro, pero es una realidad palpable que está generando beneficios penitenciarios a miembros terroristas en la fase previa de la muerte. Mucho se cuidaron los asesores del anterior ministro de Interior de informar al actual titular de las líneas rojas que no podían traspasarse con ETA, y ésta era una de ellas, un muerto en la cárcel podría justificar un asesinato de ETA, y más después del mal llamado «fin definitivo de las acciones armadas de ETA» que, en realidad, está condicionado por esta línea roja. Que sepa el Ministerio de Interior que yo personalmente prefiero un muerto, aunque me tocara cerca de nuevo, a perder la dignidad como la perdió Zapatero y pretende que la pierda el Gobierno actual. Estoy seguro que las demás víctimas del terrorismo opinan igual que yo.
Daniel Portero, LA RAZÓN, 25/8/12