LIBERTAD DIGITAL 07/01/15
PERCIVAL MANGLANO
Podemos acaba de concluir su proceso de elección de responsables municipales. Ha sido un proceso polémico por la baja participación de sus afiliados (no votaron más que uno de cada tres), por la tutela dirigista de la dirección nacional, en contradicción con el aireado protagonismo de sus bases, y por las acusaciones de pucherazo en algunas localidades, en las que hubo más votantes que inscritos (por ejemplo, en Ferrol).
Pero hay otro dato muy llamativo del resultado de este proceso. Es un dato que debería levantar en armas a las integrantes feministas de Podemos en guerra declarada contra el «heteropatriarcado» (el invisible sistema de opresión de las mujeres consustancial al neoliberalismo; en fin…). El dato es el siguiente: de los 25 municipios más poblados, sólo cuatro tendrán secretarios generales femeninos. Ni paridad ni nada: las mujeres sólo representan el 16% del liderazgo municipal de Podemos.
Intrigado por este dato, decidí compararlo con el del PP. No fue fácil. El principal problema de comparación es que el PP a veces no tiene una sede local en la capital de provincia (caso de Madrid, Sevilla o Zaragoza), pero a veces sí (caso de Barcelona o La Coruña). Por mantener un criterio fijo, decidí contar los líderes provinciales del PP cuando la ciudad no tuviese sede.
¿Cuántos líderes locales femeninos tiene el supuestamente machista y discriminador PP frente al pretendidamente feminista y progresista Podemos? Más del doble. Exactamente nueve. Los presidentes locales del PP de Jerez de la Frontera, Elche, Granada, Hospitalet, Gijón, Bilbao, Las Palmas, Palma de Mallorca y Madrid (autonómico, al no haber local) son mujeres. PP, 9 – Podemos, 4. La derecha gana por goleada.
A nadie debería sorprender este dato. La demagogia feminista de la izquierda es histórica. No sólo ha pretendido apropiarse de figuras clave del feminismo a las que traicionó (el caso más señalado es el de Clara Campoamor), sino que su discriminación de la mujer en puestos de alta responsabilidad política ha sido constante. Baste decir que el venerado Felipe González tardó seis años en nombrar una ministra.
El comunismo es igualmente discriminador. Jamás ha habido una jefa de Gobierno en un país comunista (ni, por supuesto, en un país bolivariano). La humillación y persecución de las Damas de Blanco en Cuba es sistemática. Y es significativo que la líder comunista más destacada –Rosa Luxemburgo- fracasara en su intento de hacer la revolución en Alemania en 1919 y fuera asesinada por el Ejército alemán. La izquierda la venera como mártir más que como dirigente. Exalta su sacrificio por encima de su éxito. Europa debió esperar 60 años tras el fracaso de Luxemburgo para tener a su primera jefa de Gobierno (gracias a las urnas y no a la violencia, por suerte): la muy liberal Margaret Thatcher.
Si Podemos quiere poner en marcha una verdadera política de lucha contra la discriminación de la mujer, debería imitar a la derecha.