Del Blog de Santiago González
No hay respiro para el optimismo. Ayer habíamos amanecido con un rayo de esperanza con la disminución de 82 en el número de fallecidos. Unas horas después aumentaba en 113 hasta alcanzar los 769 que constituye el máximo registrado en España desde el comienzo de la pandemia. Así las cosas se comprenderá que a Salvador Illa se le pone muy difícil adivinar el pico.
Por otra parte, hay que recordar la inane intervención televisiva de Pedro Sánchez el sábado en prime time, en la que calló su intención de prorrogar otros 15 días el estado de alarma, aunque no mucho. Lo contó unas horas más tarde. Lo que sí dijo fue que se habían comprado y puesto en marcha los test rápidos: “Se trata de test fiables y homologados. Este último punto es muy importante, la homologación, porque deben contar con todas las garantías sanitarias”.
Naturalmente era falso. Los test, cifrados en 9.000, de un total de 650.000 apalabrados, eran defectuosos, con una fiabilidad que no superaba el 30%. Los recibidos eran en realidad 50.000, como reconoció Illa al día siguiente, añadiendo que los test habían sido comprados a un proveedor nacional y de confianza, cuya identidad no facilitó, aunque puso mucho empeño en destacar que llevaban el sello CE (Conformidad Europea). “¿Habría sido mejor no comprarlos?”, preguntó casi sobrado a los medios ausentes. La embajada china en Madrid desmintió que la empresa vendedora estuviera homologada para comercializar productos médicos, y añadió que no estaba en el listado de empresas que facilitó al Gobierno español.
Por si todo esto fuera poco, el prospecto de los test ya avisaba de que no eran eficaces para detectar el coronavirus: “el resultado negativo de la prueba de este reactivo no puede excluir la posibilidad de infección”. El negativo no concluyente, ¿comprenden?
Sánchez y su ministro han dado la vuelta con brillantez al tópico coloquial y racista de ‘engañar a alguien como a un chino’. Ahora dicen que van a devolver los 650.000, la partida entera y volveremos a la casilla de salida, en la que Oliver le pase una pregunta sobre cuándo habrá test e Illa responda que “en los próximos días”.
El ministro se ha enfrentado a una tarea que le supera por todas partes: Hacer frente desde conocimientos y experiencias que no tiene a una pandemia como la que nos azota. Su Ministerio era una institución huera cuyas competencias estaban transferidas a las Autonomías. ¿Por qué nombró el doctor Sánchez a un filósofo para gestionar la Sanidad? En una primera aproximación podría argumentarse que por la misma razón por la que puso a una médico al frente de la Hacienda: puro vicio transversal. En realidad lo colocó allí para satisfacer la cuota PSC y para gestionar el pacto con el golpismo catalán. También pudo ponerlo en Consumo en lugar de Garzón, pero es que nadie podía pensar que a este pobre le iba a caer encima el coronavirus. ¿Hasta cuándo lo tendrá Sánchez en ese potro de tortura?¿Hasta cuándo van a callar los socialistas? Ayer circuló por Twitter un video en el que Julián Contreras, socialista durante los últimos 55 años (hasta hoy, manifiesta) tira la toalla. “España, perdón por mi voto equivocado”. Hay tan pocos precedentes que me ha parecido un gesto emocionante.