ABC 27/11/14
DAVID GISTAU
Imaginen una «jukebox» en la que siempre sonara la misma canción, una melodía fatigada, mecánica. Por más que haya muchas bandas para elegir, después de pulsar la tecla siempre suena esa canción letárgica, una y otra vez. Pues eso es Mariano Rajoy en las sesiones de control. No le importa el contenido de la pregunta que le hagan, la tecla que le pulsen, que él siempre responde con esa letanía automática sobre el rescate evitado, la recuperación, la herencia, bla bla bla. No me extraña que Durán pregunte y se ponga a limpiar las gafas, como sabiéndose ya la respuesta. Supongo que, en las discusiones domésticas, Rajoy no recurrirá a esta misma muletilla, porque puede resultar exasperante para quien sólo quiera saber si prefiere brócoli o puré, pero en el Parlamento no emplea otra cosa y así va durmiendo los debates mientras los asistentes nos vemos crecer las uñas como en las películas de Rohmer se ve crecer la hierba.
Ayer, el presidente sólo pegó dos respingos. Cuando lo acució, por consentir el 9-N, Rosa Díez, que conserva intacta la capacidad de desquiciar al Dalai Lama. Y cuando le pegó a Pdro Schz un sopapo que hizo saltar de su nombre un par de consonantes que aún andarán buscando como si fueran lentillas: «El PSOE estaba mejor con Rubalcaba que con usted». Resulta que Rajoy añora a Rubalcaba. Añora a sus coetáneos, gente de cuando Anquetil, ahora que el salto generacional le está cambiando las reglas del juego hasta hacérselo menos reconocible. Con lo que han fingido odiarse, Rajoy y Rubalcaba, y ahora resulta que a lo mejor mantienen citas secretas en sórdidas habitaciones de motel en las que se sacan la nostalgia librando solos debates parlamentarios adúlteros. Mientras, en sus alegatos, Schz no sabe si decir vergonzoso o vergonzante, porque no conoce la diferencia, y en la duda se le lengua la traba, lo cual afecta al timbre épico.
No podíamos imaginar que era la última sesión de Ana Mato, que por la tarde causaría la segunda gran baja de este gabinete, y se marcha vapuleada por errores propios y de marido. Aparte, hubo una divertida pendencia típicamente parlamentaria. Hernando debió de sentirse aludido cuando Rajoy despachó el PSOE actual, por lo que dedicó su turno de pregunta a la vicepresidenta a improvisar una contra-réplica al presidente que en realidad era una confesión implícita de que a Schz lo habrían breado. S. de S., que para estas cosas del apuñalamiento en corto tiene reflejos, se lo restregó disfrutando del momento: «Qué poco satisfecho le ha dejado a usted la intervención» de su secretario general. «Pues sí que le ha escocido», agregó luego, después de afear al PSOE que, obsesionado por sus promesas de derogar, ya ha empezado a derogarse a sí mismo. En realidad, Hernando tenía una buena pregunta acerca del control político de los informativos de TVE ahora que un comisario habitual ha sido colocado para impedir frivolidades como la pluralidad durante el año electoral. Pero la desperdició por exagerar cuando afirmó que esa presión política es la razón por la que María Casado rompió a llorar en directo. Hombre, tampoco creo que torturen a los presentadores ni les tomen por rehenes a los hijos.