EL CORREO 05/03/15
TONIA ETXARRI
Por su música los conoceremos. No adquiere la importancia que debiera en la vida política, no solo porque la música amansa a las fieras, sino porque despierta en el ser humano una tromba de emociones. Pero los partidos políticos la utilizan en sus actos porque les ayuda a conectar emocionalmente con sus electores. En este año trufado de citas con las urnas, los dirigentes de Podemos van dando ‘palos de ciego’ hasta encontrar su partitura ideal. A pesar de su lío inicial con el derecho de autodeterminación –que sí, que no, que no es prioridad–, se van alineando con la distancia nacionalista en relación a cualquier símbolo de la España que cantaba Ana Belén en tiempos de la Transición.
Ahora que se sabe que Pablo Iglesias piensa que el himno de España es «cutre pachanga fachosa», le han reído la gracia en muchos círculos políticos en donde, sin embargo, no ocultaban su envidia de Francia al haber visto a todos sus representantes entonar ‘La Marsellesa’ en sede parlamentaria. Pobres alumnos, en fin, los que tengan que escuchar las clases de estos profesores que sufren lapsus, cuando no ucronías, con la historia de nuestro país. Ya no es que califiquen la Constitución del 78 como un «régimen» . O que sitúen el referéndum de la OTAN antes de la entrada en la CEE. Es que ignoran –¿ocultan?– que el himno nacional, sin letra, es una melodía que data de la época de Carlos III. Año 1770. ¡Más de dos siglos! . La dictadura nos pareció eterna, pero ¿tanto duró Franco? .
Por su música, en fin, los conoceremos. A todos los partidos que suelen alternar sus himnos con melodías para la ocasión. Al PNV se le identifica con el ‘Gora ta Gora’. Su música, sin la letra de Sabino Arana, logró imponerla en el Parlamento vasco como himno oficial de Euskadi, aunque la oposición hubiera preferido el ‘Gernikako Arbola’. El PP, con su melodía «machacona» escrita por Pacheco en 1989. Los socialistas alternan ‘La Internacional’, con puño y sin él, con la melodía de Vangelis, aunque en el País Vasco, en los años de plomo, citaron fragmentos de canciones de Sabina en sede parlamentaria: «Que el diccionario detenga las balas», «que ser cobarde no valga la pena».
Todas las franquicias y herencias de Batasuna, con el ‘Eusko Gudariak’. UPyD, con la aportación de Sabino Méndez. Ciudadanos, con la letra de Sabina para el himno de España, a propuesta del Comité Olímpico Español y del PP en 2007, pero que tuvo el mismo éxito que la aportación de Juaristi, por falta de consenso. El partido de Albert Rivera ha hecho suya la letra de Sabina para hablar de «ciudadanos, en guerra por la paz», con la melodía del himno de España, de fondo. Sin complejos.
El ‘hit parade’ de Podemos es un batiburrillo. Desde Rafael Alberti a Paco Ibáñez o el grupo chileno Quilapayún con su consabido «el pueblo unido, jamás serán vencido». Canciones ‘predemocráticas’, por excelencia. Pero oírlos cantar ‘Puente de los franceses’, identificada con la resistencia madrileña durante la Guerra Civil, resulta inquietante. Como si nos quisieran devolver al túnel del tiempo en el que en nuestro país se mataban entre dos bandos.