DAVID GISTAU-EL MUNDO
LOS LÍDERES carismáticos reúnen a veces a sus seguidores como en un retiro espiritual para comunicarles que han de someterse a una mutación. ¡A una epifanía! Así ocurrió en Suresnes, cuando Felipe González pidió a los socialistas que dejaran fuera el marxismo como si se tratara del revólver antes de entrar en el saloon. Así ocurrió en el congreso de Cs donde se decidió que quienes se habían levantado socialdemócratas se acostarían liberales fetén. No sé si en esos casos la familia nota algo raro en quien regresa a casa y de repente se pone a decir cosas como que donde mejor está la paga semanal es en el bolsillo de los niños.
Ahora es Pablo Casado quien calibra la doctrina como si fuera un cuadro que no acierta a colgar recto: «¡Más a la derecha! ¡Más a la izquierda!». Acuciado por el inapelable fracaso electoral, Casado intenta improvisar de pronto un partido nuevo, distinto del que prometió crear en las primarias porque era el que emanaba naturalmente de su enérgica voluntad de recuperar todos los banderines de enganche cedidos por el PP durante esos tiempos marsupiales en que imitó el dinamismo de los koalas, entendiéndose Moncloa como la rama a la que permanecer abrazado. El primer síntoma del cambio de guión es que los mismos hermanos extraviados de Vox a los que iba a acoger, asando primero un carnero, en su flamante ejecutiva ahora son unos ultraderechistas terribles para los cuales valen todos los adjetivos puestos en circulación por el ¡No pasarán! de Sánchez. En realidad, me da pena pensar que no volveremos a oír a Casado decir cosas como Frente Popular o felón, era un poco como ver una película de Vicente Parra. Si sustituye eso por cháchara convencional centrista, sólo nos va a quedar Abascal como esperanza de que vuelva a legalizarse el duelo por honor y de que la palabra pardiez y la expresión ¡Sus y a ellos! sean otra vez de uso cotidiano.
Muten pues si ese es su gusto. Pero no sé qué van a hacer ahora con candidaturas regionales como la de Madrid ocupadas por gente sin raigambre política pero adecuada por la munición retórica para librar la guerra cultural voxiana contra progres y perroflautas. A ver si ahora Ayuso y el de la alcaldía, que no me acuerdo cómo se llama, van a tener que ir por ahí pidiendo perdón por haber sido derecha-derecha como Tyson a Holyfield en ese anuncio en el que llama a su puerta para devolverle la oreja.