Lourdes Pérez, EL CORREO, 7/7/11
Ezker Batua y su puñado de militantes en Álava dieron anoche, en diferido, la segunda gran campanada de las elecciones del 22 de mayo tras el aluvión de sufragios cosechado por Bildu. Una y otra sorpresa tienen en común haber situado al PNV ante un momento inédito en su trayectoria democrática y el más inquietante que puede afrontar un partido acostumbrado a ganar incluso cuando perdía. Por primera vez, y pese a haber sido la fuerza más votada el 22-M, los peneuvistas verán limitado su poder local a una diputación -la vizcaína- y una capital -Bilbao-, con el agravante de que no podrán ejercer ningún contrapeso por ahora desde el Palacio de Ajuria Enea. La digestión del ambivalente escrutinio electoral ha acabado haciéndose muy pesada para un PNV que se ha descubierto humano, con todo lo que eso significa para quien estaba habituado históricamente a ser el astro rey de la política en Euskadi; a que todo, hasta la cuestión más nimia, pasara por él. EB, hoy una fuerza residual que salió escaldada en las urnas de su paso por el tripartito de Ibarretxe, se ha permitido dejar en la estacada a Xabier Agirre a doce horas del inicio de la investidura. Es cuestionable que el veredicto de los ciudadanos alaveses el 22-M haya terminado supeditado a un referéndum de carácter partidista. Pero la conclusión final es que el mapa institucional vasco ha sufrido un revolcón histórico, con una fragmentación inédita que abre las puertas a un tiempo titubeante, de sintonías difusas y desenlaces impredecibles. La ‘Euskadi multipolar’.
Al igual que hace cuatro años, el PNV no había logrado imponer ni en Gipuzkoa ni en Álava su hegemonía en las urnas. Pero mientras que en 2007 las negociaciones postelectorales permitieron a los jeltzales hacerse con ambas diputaciones, reforzando al sector más soberanista frente al liderazgo de Josu Jon Imaz, esta vez todo ha salido del revés para los jeltzales. Renunciaron al acuerdo con el PSE para no desbancar a una Bildu triunfante en territorio gipuzcoano y en Álava, tras recibir de forma tempranera y sin contrapartidas el apoyo de la coalición abertzale, se han topado con una EB correosa y desconcertante a la que no han cautivado. Seguramente demasiadas paradojas, demasiados escollos, para un partido de orden obligado a bregar ahora con el desorden y la decepción.
Lourdes Pérez, EL CORREO, 7/7/11