ÁLVARO NIETO-Vozpópuli

Hemos sufrido tanto en 2020 que muchos se han tragado la patraña de que con el cambio de año se acababan nuestros pesares. Pero no conviene llevarse a engaño. Como en el cuento de Augusto Monterroso, los problemas siguen ahí.

De hecho, buena parte de la tontería que tenemos encima como sociedad nunca nos la va arreglar una vacuna, como quedó demostrado esta Nochevieja cuando, en vez de tomar las uvas en paz, una parte de España aprovechó para sacar a relucir los viejos fantasmas del pasado.

El lío de la bandera

Vayamos por partes, hablemos primero de la bandera. Resulta que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, como usufructuaria del edificio de la Puerta del Sol desde donde los españoles siguen el cambio de año a través de su ya mítico reloj, decidió en esta ocasión que se proyectase una bandera de España sobre la fachada. Y, como consecuencia de ello, se armó la marimorena.

Curioso país España donde proyectar la bandera nacional sobre un edificio de la capital es motivo de controversia. Te puede gustar más o menos, pero estaremos de acuerdo en que con ese gesto Díaz Ayuso no agredía a nadie, pues teóricamente es la bandera de todos. Peor hubiera sido poner la enseña de la Comunidad de Madrid en un acto retransmitido por televisión a todo el país.

Evidentemente, si alguien se sintió molesto u ofendido por la decisión de Ayuso, lo tenía muy fácil esa noche: bastaba con seguir el cambio de año por cualquier canal de otro país del planeta o directamente apagar la televisión e irse a dormir la mona, a ver si así se le pasaba el cabreo.

No obstante, resulta algo cargante que la presidenta madrileña trate de aprovechar cualquier ocasión para hacerse notar. Hasta ahora, ninguno de sus predecesores tuvo semejante idea, y no por eso eran menos españoles que ella. Está claro que Ayuso no lo hizo por patriotismo, sino por tocar las narices a cierta izquierda que se avergüenza del país donde vive, y es ahí donde quizás patinó la presidenta madrileña, por ese desmedido afán por hacerse la heroína en un momento tan especial.

Ha habido quien ha teorizado sobre cómo Televisión Española ‘tapó’ esa bandera colocando unas flores como ‘atrezzo’ en la balaustrada del balcón desde el que retransmitía el evento. Seguramente fue pura casualidad, pues otros años se han visto adornos similares, pero lo comprobaremos con certeza dentro de doce meses: si la cadena pública decide retransmitir las próximas campanadas desde Valladolid, por poner un ejemplo, será la confirmación de que la idea de Ayuso ha hecho pupa en las mentes más sectarias de RTVE, que algunas hay. Y si eso acaba sucediendo, será injusto decir que Ayuso ha tenido la culpa, pero sí habrá puesto unos cuantos granitos de arena para terminar de animar a los que desde hace tiempo especulan con la posibilidad de que para estar alineados con la España ‘plurinacional’ que defiende el Gobierno es necesario descentralizar hasta la retransmisión de la Nochevieja.

El ‘concierto’ de Nacho Cano

La otra polémica de la noche fue la relacionada con Nacho Cano y su homenaje a las víctimas de la covid justo antes de que terminase 2020. Su actuación, de apenas cinco minutos, sólo pudo seguirse íntegramente a través de Telemadrid, el canal autonómico madrileño. El resto de televisiones que ese día retransmitieron las campanadas desde la Puerta del Sol prefirieron obviarla o mutilarla. 

Las televisiones están en su derecho de emitir lo que consideren oportuno, pero no conviene olvidar que prestan un servicio público mediante una concesión administrativa del Estado. Y ese día a esa hora no ocurría nada más importante en España que ese homenaje musical porque, como precisamente dice la canción de Mecano que fue interpretada, justo en ese momento, y por una vez en todo el año, los españoles sí hacemos algo a la vez: estar pendientes del reloj de Sol.

Las televisiones están en su derecho de emitir lo que consideren oportuno, pero no conviene olvidar que prestan un servicio público mediante una concesión administrativa del Estado

Obviamente, la decisión de no emitir la actuación, en especial por parte de Televisión Española, fue deliberada. Se ha esgrimido que fue un evento improvisado y que faltó coordinación entre las televisiones. Se puede uno inventar las excusas que quiera, pero lo que es evidente es que cuando hay voluntad, todos los problemas se superan. Está claro que alguien no tuvo mucho interés en que se viera ese homenaje. Quizás molestaba la figura de Cano o el problema simplemente fuera la letra de la canción, que casa mal con los que buscan dividir. ¿Qué hubiera pasado si en su lugar hubiera tocado el pianista de cabecera de La Moncloa, el flamante nacionalizado James Rhodes? ¿Nos hubieran puesto completo su concierto?

Este hecho, como la polémica de la bandera, puede parecer una anécdota, pero refleja a la perfección el terrible sectarismo que anida en buena parte de la sociedad española, incapaz de disfrutar de las uvas sin tener que politizarlo todo. Hay gente que no se relaja ni en Nochevieja.

Dicho lo cual, les confieso que lo mejor de que no se viera mucho la actuación de Nacho Cano es que desde el punto de vista visual fue bastante pobre. Seguramente se buscó la sobriedad a propósito, pero ni lució la canción ni se sacó partido a esa plaza tan bella. Era una ocasión única, con todo vacío, para haber hecho algo más espectacular y memorable. Una pena. Busquen en Internet lo que hizo esa noche en París el músico David Guetta. A ver si para el año que viene, cuando toque Rhodes en la plaza mayor de Valladolid, conseguimos hacer algo parecido. Como en Moncloa son maestros en el arte de la propaganda, seguro que lo logramos.