Arcadi Espada-El Mundo
HA NACIDO Nueva California. Algunos periódicos americanos –USA Today entre ellos– dan noticia. Nueva California quiere separarse de California y fundar un Estado nuevo, manteniéndose dentro de los Estados Unidos de América. Hace pensar en Tabarnia, pero es mucho menos graciosa. Para empezar estos secesionistas californianos son tractoristas que quieren independizarse de la costa. Sus razones son diversas, pero familiares. Están fastidiados con el sistema impositivo, con el gran número de inmigrantes, sobre todo hispanos y asiáticos, creen, en consecuencia, que la lengua inglesa está corriendo un serio peligro y están hartos de que los demócratas lleven décadas gobernando. La tiranía del monopartido, dicen. Se nota que entre sus intereses está el de independizarse de Oprah Winfrey y Meryl Streep. Insisten con vehemencia en que su objetivo no es abandonar USA y explican su secesión atemperada aludiendo didácticamente a la mitosis, la división celular que da origen a nuevos organismos. Ah, y propugnan una nueva Constitución . La razón es que el Estatuto californiano se ha enmendado demasiadas veces y a su juicio ha quedado inservible, que es lo mismo que dicen en España por lo contrario.
Nueva California y Tabarnia son genuinos ejemplos de lo que deberemos empezar a llamar la política mitótica. Es interesante comprobar que unos son del interior y los otros costeros, que unos rurales y otros urbanos, que unos los menos ricos del país y otros los más y que unos protestan contra la inmigración y otros son inmigrantes o hijos de inmigrantes. La división celular no avanza en sentido único. Pero sí coinciden en dos cuestiones fundamentales: el hartazgo por la dominación a que se ven sometidos por la instancia intermedia (hay décadas de monopartido en los dos ejemplos) y su aceptación del Estado federal. No estoy en condiciones de responder si coinciden en el desagradable y decisivo asunto de la fractura social y si californianos nuevos y viejos se detestan con la misma afición que catalunyenses y tabarnios. En cambio sospecho que Nueva California tendrá que apechugar, como Tabarnia, con su enemigo interior. Un enemigo que a su vez podría tomar decisiones autodeterminadoras, porque el nacionalismo es cancerígeno no en virtud de la necesidad de buscarle la peor palabra, sino muy precisamente por la mitosis descontrolada que pone en marcha. En cualquier caso ya era tiempo que la miniaturización del mundo y el creciente desprestigio de lo común llegaran hasta la nación. Y quién sabe. Quizá la nación muera de cáncer, como todos.