Juan Carlos Girauta-ABC
- Es más interesante sintonizar con la Nación que con el gobierno
No hay manera de desearles lo mejor a la Nación y al gobierno a la vez, fíjate qué raro. En ciertos momentos clave sí se pudo. De otro modo ya no existiríamos como Nación, si es que existimos. Busco un ejemplo y el más reciente que me viene es el de los gobiernos de Suárez, que convirtió las Cortes franquistas en la Iglesia del Templo del Pueblo de Jim Jones, un noviembre en Guyana.
Los siguientes gobiernos de Suárez siguieron la misma senda: el bien de la Nación. Hasta que los más sigilosos conspiradores de la última asonada del siglo XIX, un poco atrasadillos, convinieron con los socialistas en que Suárez estaba amortizado. Dijo algún listo entonces que la guerra
civil solo acababa con Felipe González entrando en La Moncloa a ver dónde instalaba la bodeguilla. Por refundir a tanto listo: las guerras civiles no se acaban hasta que llegan al gobierno sus perdedores. Ahora mismo, con el PCE alfombrado, se vuelve a acabar la nuestra, por ejemplo.
Quería decir, y voy tarde, que la coincidencia de intereses gobierno-Nación parece excepcional, como lo demuestran nuestro presente estulto y el gobierno del narcisismo, que es el espacio común donde retozan los diferentes. El colgao del espacio exterior y la irritante institutriz del mundo exterior. El viejoven de la cosa universitaria, que busca adoquines en camiseta para lapidarse. El gran Narciso, que se adora y nos preside con la inmensa energía del amor que siente por Su Mismidad. El pequeño Narciso, que barrunta poner al Ejército todo a proteger su casa, pues la Guardia Civil entera no le parece suficiente. Las ministras del trabalenguas y las deslenguadas, el petit Garçon qui attend la Révolution con una corbata de niño, de las que se fijan al cuello con una goma. Y todo en este plan, que diría el maestro.
No es por nada, pero resulta incómodo querer a España con plenitud: siempre estás deseando que caiga el gobierno. Es que, aunque el analista engolado lo ignore, es más interesante sintonizar con la Nación que con el gobierno. Y la Nación española nunca ha sido mejor definida que en la Pepa: la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios. Olvídense un momento de los hemisferios, ya sé que son llamativos. (No pediremos perdón por un Imperio que hacía cuarenta Españas de hoy, ¿verdad? No nos arrodillaremos contritos por interrumpir las pirámides de cráneos, ¿o estamos tontos?)
Retengamos la Nación como reunión. Aunque ya se sabe como acaban a veces las reuniones. Y ricemos el rizo: la purita verdad es que, ahora mismo, tampoco el bien del Estado y el del gobierno van de la mano. Cuanto más dure este gobierno, menos durará este Estado, por resumir. No espero que lo entienda la selecta tropa desahogada, tan encantada de conocerse y tan errada siempre, de las terceras generaciones. ¡Ay los herederos aturdidos! Aprendices de brujo miccionando sobre las cabezas de la masa agradecida.