EL MUNDO 02/08/14
PEDRO G. CUARTANGO
Cuando se produce un fenómeno de corrupción que afecta a un partido o a una institución, la reacción habitual pasa por decir que se trata de una conducta aislada o privada que no es extensible a los miembros de tal colectivo.
Esta es la estrategia de Artur Mas, que intenta presentar el fraude fiscal cometido por Jordi Pujol como algo inesperado e imprevisible, al igual que una tormenta que estalla en una bonancible tarde de verano. Pero la realidad es que el tinglado montado por Pujol sólo fue posible gracias a la complicidad de un nacionalismo que optó por ignorar las evidencias porque dañaban el proyecto nacionalista que lideraba el molt honorable.
Es cierto, como asegura Artur Mas, que la democracia española ha padecido innumerables casos de corrupción (Filesa, Ibercorp, fondos reservados, Gürtel, EREs en Andalucía, Urdangarin), pero esas fechorías fueron investigadas por la Justicia tras ser denunciadas, la oposición exigió responsabilidades penales y políticas y sus autores fueron criticados sin contemplaciones por los medios.
En Cataluña, lo que ha habido es un manto de silencio pese a las continuas revelaciones de este periódico, que evidenciaban que la familia Pujol se había enriquecido de forma ilegal durante los 23 años de mandato del prócer del nacionalismo catalán.
Pujol tuvo la desfachatez de querellarse contra EL MUNDO con el apoyo del fiscal jefe de Cataluña y el aplauso de muchos medios que ahora se escandalizan de lo sucedido tras negarse a investigar y ocultar sus desmanes. Lo cierto es que el nacionalismo ha fabricado una gran farsa en torno a Pujol porque sencillamente era uno de los suyos, un miembro de la tribu que tenía que ser encubierto y protegido a toda costa para seguir avanzando en el proceso.
Los abusos de Pujol no hubieran sido posibles sin la colaboración pasiva de Artur Mas, que fue su hombre de confianza durante muchos años y el heredero de su legado político. ¿Puede alguien creerse que Mas ignoraba lo que muchos periodistas y empresarios sabíamos?
El regimen cleptocrático que ha funcionado en Cataluña durante muchas décadas está íntimamente vinculado al nacionalismo y a CiU y una cosa no se puede entender sin la otra. Pujol delinquía en nombre del nacionalismo y el nacionalismo miraba hacia otra parte y repartía con sus cómplices los beneficios de la corrupción.
Pujol no es una excepción, es la norma, la pauta que refleja toda una forma de entender y practicar la política con un cinismo moral repugnante. Y Artur Mas es un producto de ese sistema que ha funcionado en Cataluña, en el que los nacionalistas se han envuelto en la bandera para encubrir un régimen de latrocinio.
El nacionalismo de Convergencia, que tiene embargada la sede, está basado en el clientelismo político y en la pura mangancia. Se ha quedado sin credibilidad y sin liderazgo porque ninguna causa puede ser tomada en serio con dirigentes como Pujol y Mas, que han simultaneado su patriotismo con los paraísos fiscales. Hay muchos motivos para pensar que ambos quieren una Cataluña independiente para impedir que se levanten las alfombras bajo las que han escondido una enorme basura.