Una singularidad del nacionalismo vasco en Navarra ha sido la condición hegemónica que ha tenido en él la rama más radical vinculada a ETA, en detrimento de los partidos que han representado al nacionalismo institucional, el PNV y Eusko Alkartasuna.
Desde el inicio mismo de la Transición, la batuta del nacionalismo en la Comunidad Foral ha estado en manos del radicalismo.
Herri Batasuna en Navarra se reforzó temprano con una herencia política paradójica procedente del antiguo carlismo ultramontano. De la misma manera, en la implantación de ETA en Navarra a mediados de los setenta tuvo mucho que ver el ingreso en la organización terrorista de algunos núcleos originarios del carlismo, numéricamente poco importantes, pero significativos a la hora de afianzar a la banda en la Comunidad Foral.
Mientras en el País Vasco HB nunca pasó de ser la facción minoritaria de la comunidad nacionalista, en Navarra la hegemonía de HB, mantenida durante más de dos décadas, asfixió al resto de partidos de esta ideología impidiéndoles tener un peso político significativo. Dos factores pusieron fin a esa situación: el primero de ellos, por orden cronológico, fue la aparición de Aralar como escisión de Batasuna que tuvo especial incidencia en Navarra de donde es originario su líder principal, Patxi Zabaleta. El segundo fue la ilegalización de Batasuna, medida a la que, posiblemente, se debe alguna parte del éxito actual de Nafarroa Bai.
En las municipales de 1999, las últimas a las que concurrió Batasuna dentro de la ley, esta formación representó el 76% de los votos nacionalistas en Navarra. En los comicios locales de 2003, la suma de votos atribuibles a ese partido (nulos más listas afines) representó el 40,7% del sufragio nacionalista, mientras que la neófita Aralar sumaba ya el 27,5%. Y en las pasadas municipales del 27-M, el voto de la izquierda abertzale (ANV más nulos) ha descendido al 36,34%, frente al 63,66% del resto de candidaturas nacionalistas. El apoyo a Batasuna en Navarra, por otro lado, se ha reducido en un 34% entre 1999 y 2007.
Tras las elecciones vascas de 2005, el análisis de ETA era que Aralar, a la que despectivamente y con hostilidad comparaba con la extinta Euskadiko Ezkerra, estaba «bastante fuera de juego» y que había perdido «el desafío» que planteó «hace cuatro años», cuando se escindió de Batasuna. Hoy, probablemente, la banda tendría que corregir su análisis. La Ley de Partidos no ha reducido los votos nacionalistas, ni lo pretendía, pero en el caso de Navarra ha servido para canalizar una parte de esos votos de una organización afín a los terroristas hacia partidos democráticos que condenan la violencia.
FLORENCIO DOMÍNGUEZ, El Correo, 14/8/2007