Tonia Etxarri-El Correo

Que el ganador de las elecciones venezolanas, Edmundo González, esté ya en nuestro país disfrutando de la libertad es una buena noticia desde el punto de vista humanitario. Porque, de haberse quedado en Venezuela, dada la persecución a la que le había sometido Nicolás Maduro, le esperaba la cárcel y quién sabe si la muerte. Que esos son los tratos que proporciona la dictadura chavista a los ciudadanos libres que se atreven a discrepar del régimen. Pero no hay nada que celebrar aunque el Gobierno de España se haya apresurado a felicitarse por esta intervención diplomática que deja mucho que desear al no haber sido una actuación completa. La contradicción de este movimiento estriba en que ha sido una operación de rasgo humanitario pero despojada de cualquier contenido político. Una acción a medias es una acción fallida si la sombra alargada y siniestra del régimen de Maduro se proyecta sobre ella. España acoge a Edmundo González, obligado a exiliarse como tantos otros que le antecedieron, pero sin cuestionar a la dictadura que ha provocando esta situación. Sin reconocer que Edmundo González ha sido el ganador legítimo de las elecciones cuyas papeletas se niega a publicar el Gobierno venezolano.

Mientras, Maduro ha ganado un tiempo precioso quitándose de en medio no sólo al opositor más visible y con capacidad de movilización, junto a Corina Machado, sino al ganador de las elecciones. A su enemigo, puente de plata. Edmundo está libre pero los venezolanos siguen bajo el dominio de Maduro, muy desanimados y susceptibles de ser desmovilizados tras una operación de este calado.

De ahí que el PP haya criticado la operación de acogida porque al llevarla a cabo sin reconocer a Edmundo González como presidente legítimo, no es hacerle un favor a la democracia sino quitarle un problema a la dictadura chavista.

Además de las «muchas tonterías» que dice el ministro Albares que ha escuchado del PP, obvia las que se dicen en su propio entorno. O las que pronuncia él mismo cuando se resiste a reconocer que la acogida del exiliado haya sido fruto de una negociación. En cualquier caso, el Gobierno ha extendido otro de sus mantos de opacidad sobre la operación de acogida del opositor venezolano.

Solo se sabe que hoy el PSOE va a desaprovechar la oportunidad de reconocer la victoria de Edmundo González en las elecciones del pasado 28 de julio, cuando se debata en el Congreso una proposición no de ley presentada, hace tiempo, por el PP. El voto de los cinco diputados del PNV será decisivo. Ya le salvaron a Pedro Sánchez, hace unas semanas, de tener que comparecer en el Congreso para hablar de Venezuela. Se va aclarando el panorama. La democracia no tiene nada que celebrar. Se exilian los opositores cuando debían salir los dictadores. Esto no va de izquierdas y derechas sino de dictadura o democracia. El mundo al revés. Relatos tramposos. Cuentos para no dormir.