Nada que discutir

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • Los Presupuestos se aprobarán con concesiones a las variadas huestes que apoyan al Ejecutivo, tras disfrazar de intereses generales los particulares

Los Presupuestos aprobados por el Gobierno esta semana se han enviado al Congreso y allí serán aprobados, previa concreción de los habituales intercambios entre votos y concesiones a las nutridas y variadas huestes que apoyan al Ejecutivo. Es el momento en el que los grandes intereses particulares se disfrazarán de altos intereses generales. Nacen con la duda de su coherencia cuantitativa, tras la severa reducción de crecimiento prevista por el Banco de España y agravada después por el BBVA. Dos instituciones a las que resulta sencillo denigrar pero cuyas conclusiones suelen ser difíciles de rebatir, entre otras razones porque acostumbran a acertar. No siempre, claro, pero sí más que la media. El crecimiento no es una cuestión menor pues, dicho en plan bruto, viene a ser la base que servirá para cuantificar los ingresos públicos que sostienen todos los gastos. Bueno, todos tampoco, pues dada su amplitud hay una buena parte de ellos que carece de apoyo financiero y hay que buscárselo emitiendo más deuda. Y a esa duda sobre si seguirán cuadrados los Presupuestos al final del ejercicio, como lo están siempre al principio, se suman algunas cuestiones que resultan curiosas.

¿Por qué nunca se acepta debatir sobre si, además de mucho, se gasta bien?

Ya le he comentado que, mientras se nos presentan como el colmo de la progresividad y la justicia social, mantienen claros aspectos regresivos. Lo son, en la vía de los ingresos, el mantenimiento de esa presión fiscal ‘silente’ que suponen los impuestos indirectos sobre la energía y otros productos básicos castigados por la inflación y que tan buenos frutos proporcionan al Ministerio de Hacienda. Lo son, en la vía de los gastos, los incrementos iguales, para todos los sueldos de los empleados públicos y para todas las pensiones, sea cual sea su monto.

Por otra parte, ya sabe que es inútil discutir los conceptos del gasto uno a uno. Primero, porque nadie se opone a que se suban las pensiones o los gastos de sanidad y educación. Y como nunca se acepta debatir sobre si se gasta bien, además de mucho, pues no hay nada que hacer. En la subida de los sueldos públicos me parece un escándalo que el propio Gobierno se haya subido el sueldo (¿unas décimas más que al resto?) y haya renunciado a estudiar si las plantillas, que continúan incrementándose, se adecúan a las necesidades y son coherentes con los servicios prestados. Y si no se discuten los gastos uno a uno, salvo para aumentarlos aún más, tampoco el Gobierno se presta a reducir su monto total a pesar de la constatación evidente de que no podemos pagarlos y tenemos que seguir endeudándonos para afrontarlos. ¿Alguien sabe dónde termina la escalada, alguien conoce hasta cuánto y hasta cuándo podemos seguir tirando de préstamos para poder seguir tirando de gastos? Nadie contesta porque nadie lo sabe y a casi nadie preocupa.

Destopar la cotización máxima es un error que entorpece las exportaciones

El último ‘detalle’ se conoció el viernes al descubrir que los Presupuestos incluyen un destope de las cotizaciones máximas a la Seguridad Social a cargo de la empresa. Que no se les haya anunciado nada a quienes deben soportarlo, a la vez que se les envían constantes apelaciones al diálogo, supone un sarcasmo. Pues mire usted que no hay mesas abiertas para el diálogo social. Ya es casualidad que no se hayan acordado de llevar la idea a ninguna de ellas. Además de una falta de respeto, es un error. Irrita los empresarios, cuando más necesitamos su apoyo al empleo. Encarece el empleo, cuando más necesitamos que se mantenga el actual y se cree nuevo. Y, algo que se olvida demasiado, entorpece las exportaciones, ya que perjudica la competitividad de nuestras empresas en los mercados exteriores al no poder compensar este concepto en los ajustes fiscales que se realizan en las fronteras. Prodigioso.