ARCADI ESPADA-EL MUNDO
DICE LA ministra Montón que no le regalaron el máster. Miente. Un máster titulado Estudios interdisciplinares de género solo se puede regalar. Da igual que una escriba un trabajo de 40 líneas, como ella, o de 1.400 palabras como sus aleladas compañeras de curso. Un máster de esa naturaleza solo sirve para trabajar en El País o para ser ministro: pocas cosas más devaluadas (¡y más giratorias!) en nuestra época. Ayer, en la rueda de prensa, la señora Montón tapaba pudorosilla con un folio blanco el cuaderno donde aseguraba que guardaba sus trabajos. Supongo que para que no se le viera el título: Mi mamá me mima. Una exigencia de la moralidad pública debería ser que la ministra Montón mostrara esos trabajos por los que obtuvo hasta sobresaliente. Ni en el Gobierno ni en la Universidad ocasionaría ningún temblor ese conocimiento: el Gobierno español está hecho a Pedro Sánchez y la Universidad española está hecha a Enrique Álvarez Conde. Pero el pueblo, ah, el pueblo, qué bacanal. Saber los detalles intelectuales con que la ministra logró aprobar asignaturas como Feminismo y construcción de la identidad de género, La aplicación de la perspectiva de género en la investigación o Análisis de políticas públicas con perspectiva de género y la medición del impacto de género es de una imperiosa urgencia civil. Porque esos palotes de la ministra revelarán algo mucho más importante: las bases intelectuales de operaciones políticas como la de revisar desde perspectivas de género los libros de texto o la de obligar a los jueces a que incorporen a sus instrucciones y sentencias la penalización de género (que en este caso es, estrictamente, de lo que se trata). Esa revelación no se puede producir a partir de la simple invocación de los títulos de las asignaturas, por mucho que induzcan a la diversión. Hay que ver los argumentos de Montón, su esfuerzo académico, la profundidad de su riesgo intelectual. Y una vez vistos, calificarlos. Eso sí, con perspectiva de género: que estaría bueno que se aplicara a cualquier cosa y dejara la calificación al margen. Sería de un machismo intolerable, de una falaciosa igualdad, calificar a las mujeres como si fueran hombres, es decir, como si tuvieran la inteligencia y la capacidad de esfuerzo de un hombre. Nada de eso: perspectiva de género hasta las últimas consecuencias.
La ministra Montón tiene razón, por lo demás, en un asunto. Su caso no es como el de Cifuentes o Casado. Desde luego. El máster que cursaron los dos dirigentes del PP se llamaba, sobriamente, Derecho Autonómico y Local. Quiere decir Montón que esa única dignidad sí la tenía.