De la mano de ERC, PNV y EH Bildu. Esos veinticuatro escaños tan golosos para un gobierno minoritario que necesita recabar el mayor apoyo parlamentario para aprobar sus cuentas públicas. Así se presentó ayer la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en el Congreso que empezó ayer el trámite parlamentario. Son presupuestos tan cuestionados por la práctica totalidad de los organismos de estudios y entidades oficiales (desde el Banco de España hasta la AIReF) que la oposición aprovecha para criticarlos. Son las hipotecas del Estado, para el PP.
Tal como discurre la crisis económica y energética las Cuentas han quedado desfasadas pero no sólo no gustan a la oposición sino a los propios socios que las van a apoyar. Puede parecer una incongruencia pero ya se sabe que la negociación de los presupuestos suele ser utilizada como plataforma de presión. Escuchando al Gobierno, no parece importar ni el qué ni con quién. Tan sólo cuenta el número. El recuento. Los 176 escaños de la mayoría absoluta que Sánchez necesita para sacarlos adelante. Una vez blanqueado el mundo de EH Bildu y concedidos los indultos a los condenados del ‘procés’ por sedición, nadie del Gobierno se ruboriza a la hora de explicar sus alianzas. Tan sólo algunos barones socialistas pero sus voces son acalladas por la fuerza de la propaganda.
Los independentistas vascos y catalanes saben que pueden atar en corto a este presidente. Al ministro Bolaños no le interesa que se mezclen las cosas. Pero a sus socios, sí. El primero que lo reconoció hace un año fue el propio Otegi cuando explicó a los suyos cómo iba el intercambio de ‘presupuestos por presos’. La autopista está repleta de peajes. La reforma fiscal es otra de las condiciones de Bildu y, en esa reclamación, coincide con Esquerra. Como en el compromiso de reformar el Código Penal para acortar algunas condenas.
El PNV ha conseguido el traspaso de Cercanías y la oficialidad de dos selecciones vascas: surf y pelota. El traspaso de Prisiones provocó en su día un aluvión de críticas pero se trata de una transferencia contemplada en el Estatuto. Como la renovación quinquenal del Cupo. Como ha ocurrido con anteriores gobiernos, todos pasan por ventanilla. Pero son las alianzas de esta legislatura las que hacen crujir los cimientos del consenso de la Transición. ERC está perfilando la reforma del delito de sedición. Y Sánchez, que ya los indultó, tendrá que dar la razón a quienes fueron condenados con un argumentario de comparación jurídica con otros Estados europeos difícil de sostener.
La ministra Montero dice que quien baja impuestos «daña a la democracia» para arremeter contra el PP. ¿Seguro? ¿El presidente socialista portugués va contra la democracia? ¿Y algunos barones socialistas también? Como hay que vender estas cuentas al mejor postor, no le dolieron prendas en compararlas con los Pactos de la Moncloa. Sin rubor. Es conocido el afán de Sánchez por atribuirse méritos ajenos. En ese anhelo, llegó a decir que la ley del divorcio (obra del Gobierno de Adolfo Suárez) se la debemos al PSOE. Pero la comparación con los Pactos de la Moncloa es una osadía. ¿Fruto de la ignorancia o de la maledicencia? ¿Aquellos pactos de 1977, acordados entre todos los grupos del Congreso junto a asociaciones empresariales y sindicatos, se parecen en algo a estos Presupuestos? ¿Lo dice en serio? Nada que ver. Menos ínfulas y más consenso es lo que se necesita.