VICENTE VALLÉS-LA RAZÖN
- «Los más de 40 millones de ucranianos han evolucionado en una dirección muy distinta de los rusos desde la disolución de la Unión Soviética»
o es descabellado pensar que el plan de Vladimir Putin y sus corifeos en el Kremlin era realizar una operación relámpago sobre Ucrania y, en cuestión de pocos días, dominar el país. Previsiblemente, ese plan establecía también la formación en Kiev de un gobierno rusófilo controlado por el propio Putin, al estilo de los que rigen los destinos de Bielorrusia o Kazajistán. Y no es descabellado pensar que esto sea lo que termine ocurriendo, salvo que, directamente, se apropie del país.
Sin embargo, la resistencia está resultando ser intensa y efectiva, y eso hace pensar que, en el caso de que el poderoso aparato militar ruso consiga –como es probable que pase antes o después– someter a Ucrania, eso no significará necesariamente que pueda mantener el control a medio y largo plazo tan fácilmente. La reacción de los ucranianos muestra una enorme distancia con la sumisión que Putin ha conseguido establecer sobre los rusos durante más de dos décadas de autocracia sin miramientos. Los más de cuarenta millones de ucranianos han evolucionado en una dirección muy distinta de los rusos desde la disolución de la Unión Soviética y la independencia de sus repúblicas, hace ya tres décadas. Solo durante el convulso periodo de Boris Yeltsin pareció que Rusia podía derivar hacia una democracia liberal. Pero la llegada al poder de Putin en los meses finales de 1999 puso freno a esas veleidades para devolver al país a sus tradicionales bases autoritarias derivadas del régimen comunista. Era difícil que pudiera ser de otra manera cuando al frente está un espía del KGB.
Ahora, Vladimir Putin ha hecho su apuesta más arriesgada y se ha encontrado con una OTAN firme y con una Unión Europea que, por primera vez en mucho tiempo –quizá por primera vez, sin más–, muestra una inédita unanimidad en política exterior, que era uno de sus déficits más preocupantes. Alemania o Países Bajos han decidido enviar armamento a Ucrania, y Suiza –desde fuera de la UE, pero socio de la Unión– ha roto su tradicional neutralidad para congelar los activos de la jerarquía rusa. Nada de esto le resultará gratis a Putin.