EL MUNDO 07/07/17
F. JIMÉNEZ LOSANTOS
DESDE que Flaubert alumbrara las figuras de Bouvard y Pécuchet, dos tontos de remate con ínfulas de sabios, no veía Europa en la realidad ni en la ficción una cumbre de necedad como la protagonizada ayer por el presidente del Gobierno y el líder de la oposición, que ante el reto separatista catalán han llegado al acuerdo de que el Gobierno no hará nada y la oposición, si quisiera hacerlo, se lo impediría. Falta el fulminante de un muerto, un tonto suicida o una provocación calculada, para que el odio contra todo lo español, sembrado concienzudamente durante décadas, se convierta en un incendio ingobernable. Pues bien, Rajoy –o Nadajoy, porque el presidente es el Hombre Nada, un Hombre Bala sin cañón– ha anunciado que, ante la inminencia de un incendio en Cataluña, licencia a los bomberos. Hay que evitar ante todo que el fuego, como suele, se haga la víctima. Psicológicamente descubierto y confundido, él sólo se apagará.