ABC 11/06/13
EDURNE URIARTE
Los grandes campeones ni se arrugan ni tienen miedo a la diferencia. Y el patriotismo español sigue estando en la diferencia
A Nadal se lo perdonan porque es un gran campeón deportivo. Pero él presume de dos cosas por las que te crucifican en este país y está bien recordarlo ahora que todo el mundo le reivindica. De patriota español que se emociona con nuestro himno y de practicante de la cultura del esfuerzo para ser el mejor. Dos rasgos muy peligrosos para el resto de españoles en un país en el que te ridiculizan como se te ocurra reivindicar la bandera nacional o te llaman elitista e insolidario si introduces los elementos de excelencia y competición en cualquier lugar que no sea el deporte.
Ni siquiera se perdona lo anterior a todos los deportistas. Los hay, muchos, que se cuidan de exhibir la bandera nacional, no vaya a ser que se busquen problemas. Y algo parecido pasa con eso de querer ser el mejor, que, o bien lo dices pidiendo disculpas, o también te ponen a caldo, que se lo pregunten a Cristiano Ronaldo que ha tenido que pasar por el aro del lenguaje de la modestia y de la hipocresía para contener los insultos de los energúmenos en los campos de fútbol.
Para que te lo permitan, tienes que ser el mejor de los mejores, y español y no portugués, como Cristiano. Y tener la personalidad y la valentía de reivindicarlo, claro está. Y ocurre que los grandes campeones como Nadal ni se arrugan ni tienen miedo a la diferencia. Y el patriotismo español sigue estando en la diferencia y en la ruptura. Tanto que sólo unos cuantos números uno como Nadal, Gasol, Fernando Alonso o Sergio Ramos lo exhiben abiertamente. Y los habituales cínicos de la cosa se aguantan con gente como ésta porque no se atreven, porque los campeones son intocables. Y se concentran en el resto, entre ellos, una buena parte de las élites, comenzando por las periodísticas e intelectuales, que siguen midiendo cada palabra y cada gesto en eso de España y que, cuando suena el himno, ponen mirada distraída y despistada, no vaya a ser que les descubran alguna emoción patriótica, como a Nadal.
Algo parecido pasa con el esfuerzo y la competición para ser el mejor. Por mucho que se quiera dulcificar la cosa con eso de la humildad, lo de Nadal como lo de cualquier campeón es pura ambición sin límites para competir y ganar. Disciplina y esfuerzo extraordinarios para superarse y superar a los demás. Lo vistas como lo vistas. Con la sonrisa tímida de Nadal o con el gesto retador de Ronaldo. Ambos son exactamente iguales. Obsesivamente perfeccionistas y terriblemente ambiciosos. Y eso es igual de políticamente incorrecto que el patriotismo. No hay más que ver lo que ocurre con el debate de la educación en España. Que mentas el esfuerzo, la disciplina o la excelencia y te llaman franquista y fascista. Por meterte con la igualdad y el derecho inalienable de todos a ser mediocres. Y a ridiculizar al mejor de la clase por tener la osadía de ser diferente y poner en evidencia a los demás.
Aún hay una incorrección política peor en Nadal y es la evidencia de la distribución desigual de las cualidades. Los mejores se hacen, sobre todo, pero también nacen. Existe una diferencia de origen que es así de caprichosa. Pero ocurre que también se admite para el deporte, y hasta se admira, pero se niega para casi todo lo demás. Y hasta te hacen una política gubernamental para arreglarlo. Para eliminar la desigualdad de cualidades por decreto.